AL MARGEN
Aznar y el tiempo
E l ilustre conferenciante en lengua inglesa José María Aznar considera, en declaraciones efectuadas a la revista «Telva», que la política española ha bajado de nivel desde que él no está, y que ser de izquierdas es «una pérdida de tiempo». También, que sin su mujer, Ana Botella, la vida carecería para él de sentido. Sobre lo primero, pudiera tener razón el más bajito de la foto de grupo de Las Azores, pues, en puridad, la política española de los tiempos del Aznarato era una cosa sublime, un elevado fragor de longanizas para atar a todos los perros y un sembrar el futuro (especulación desatada, gasto frenético, burbuja inmobiliaria...) con las minas que hoy nos estallan y que ya han demediado a cinco millones de españoles.
El nivel era alto, muy alto, un continuo «más madera que ésto es la guerra», nada que ver con ésta pobretería conceptual de los deprimidos políticos de hoy. Y sobre lo último, lo de su señora Ana Botella, también debe llevar razón, e incluso, para pasmo de quienes le creen incapaz de la menor concesión sentimental, una razón romántica.
Ahora bien; en lo que el miembro del consejo de administración de News Corp acierta de pleno es en eso de que ser de izquierdas es una pérdida de tiempo. Lamentablemente, cabría matizar que la vida misma es, tan sólo, una pérdida constante, imparable, fatal, del tiempo. Y, desde luego, ser de izquierdas, que es una cosa de la vida, no iba a ser una excepción.
Acaso el asesor inmobiliario de «J.E. Roberts» conozca algo con que se pierda un poco menos el tiempo, no sé, el «paddel», el «footing», labrarse abdominales o charlar con Mayor Oreja, pero en sectores del resto de los mortales se da, ciertamente, la pérdida del tiempo mediante la modalidad de ser de izquierdas. Es cierto que, siéndolo, lo que se pretende es mejorar ese tiempo que todas las criaturas se hinchan a perder en el ínterin que media entre el nacimiento y el deceso, pero también lo es que, como perderlo, lo que se dice perderlo, el ser humano de izquierdas lo pierde.
Todos perdemos el tiempo, y algunos, además, el norte.