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EDITORIAL

León gana peso en el gobierno de Herrera

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León

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Continuidad, sensatez, rigor, equilibrio, exigencia, modestia, generosidad y -paradógicamente, aunque sólo en el sentido semántico-"austeridad, un concepto clave inevitablemente asociado a la actividad política en los últimos tiempos. Es una referencia imprescindible en el discurso contemporáneo de los profesionales de la vida pública, al margen de que luego tenga una traducción tangible. Veremos luego que no es el caso.

Juan Vicente Herrera trazó ayer en torno a esas directrices no sólo las líneas maestros de su discurso de investidura por cuarta vez como presidente de la Junta de Castilla y León, sino sobre todo el perfil de su nuevo gobierno, que va a ser el responsable de aplicarlas. Es precisamente esa exigencia de austeridad lo que ha llevado al presidente del Ejecutivo autonómico a reducir de doce a nueve las consejerías, cargando el trabajo y la responsabilidad sobre las dos que desde el punto de vista político y práctico han de ser pilares básicos de su gobierno. En esa misma línea debe entenderse que prescindiera de las vicepresidencias, que en realidad venían siendo simplemente una referencia añadida en la tarjeta al cargo de algunos de sus consejeros. Su intensa y continua dedicación a la labor de gobierno, con una implicación política y personal que, cuando menos, no es habitual le permite prescindir de posibilidades de delegación en un gesto que no puede pasar inadvertido. No es un simple gesto para la galería, es un compromiso libremente asumido.

Continuidad, sensatez, rigor y equilibrio caben en el mismo saco. Una opción de gobierno avalada por 740.000 ciudadanos de Castilla y León nace legitimada por ese apoyo mayoritario, pero sobre todo por la aprobación de su gestión anterior. Es lógico, desde ese punto de vista, que Herrera mantenga la estructura básica -"siguen seis consejeros y entran tres nuevos sobre una reducción de tres áreas-" de un Ejecutivo que en la consideración de los ciudadanos ha hecho una buena gestión política y una buena administración de los recursos. Representan «la fuerza, la convicción y el coraje» de la referencia en su discurso y personifican, añadía, «el derecho a estar en el acierto». Con un matiz. O dos, mejor. Uno: con la exigencia de «la ayuda de todos». Otro: con la reivindicación responsable, en el marco de estrechez del modelo de financiación autonómica, de las competencias relativas a la gestión de la cuenca del Duero y sobre el desarrollo de las competencias en materia de Justicia. Y un compromiso: cerrar el mapa de la ordenación del territorio a partir del apoyo de los alcaldes y los presidentes de las diputaciones provinciales.

En la afirmación de que, pese al aval electoral al que hacíamos referencia antes, «somos -"dijo-" un gobierno abierto que necesita apoyo y participación de todos» caben toda la modestia y la generosidad del mundo. Y así deben entenderlo quienes, con la misma responsabilidad, deben ejercer la oposición

Pero no sería justo que desde la perspectiva de León y de los leoneses no se entendiera que, al margen de que el peso político del nuevo gobierno recaiga sobre José Antonio de Santiago-Juárez -"repite como consejero de Presidencia y portavoz como premio a una magnífica labor en dos áreas en las que domina a la perfección la escena y el mensaje-", es precisamente Antonio Silván el más fortalecido del equipo al sumar a su responsabilidad como consejero de Fomento la relativa a la desaparecida Medio Ambiente y las competencias sobre Protección Civil para cerrar el área más inversora y más dinámica del Ejecutivo autonómico. Jamás había salido la provincia de León tan beneficiada en el reparto del poder y de la representación política en la comunidad autónoma. Con ello Herrera premia a Silván, por supuesto, pero sobre todo extiende una consideración generosa y sincera sobre lo leonés. La que siempre ha expresado y sentido.