Diario de León

TRIBUNA

Unidad de España vista desde Melilla

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JESÚS LÓPEZ MEDEL. PREMIO NACIONAL DE LITERATURA
León

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Hacía bastantes años que no me desplazaba a Melilla. Entre 1963-1975, tuve ocasión de visitarla con cierta frecuencia. Y me atrevería a decir que a quererla. Dejé grabada una referencia histórica que su alcalde y cronista «perpetuo», Francisco Mir Berlanga -que había sido Letrado Sindical, y al que se le ha abierto la gran avenida del Puerto Marítimo-, nos había recordado: Melilla, 18 años antes que el reino de Navarra; 162 años antes de que el Rosellón fuese francés, y 279 años antes de los Estados Unidos. De otro lado, la «ciudad antigua» tenía tal parecido a mi aragonesa de Daroca (Zaragoza) que me atreví a animarle para que la visitara. Y admiró también sus siete castillas, sus siete puertas, sus barrios judío, cristiano y árabe, etc. Y, además, por razones de mi vida profesional y tareas públicas tuve oportunidad de interesarme por algunos problemas económico-sociales, como el desplazamiento semanal de la Magistratura del Trabajo de Málaga a Melilla, contribuyendo al asesoramiento laboral-empresarial, por vía sindical, a consecuencia de la reestructuración derivada de la renuncia y repliegue del «Protectorado». Visité y orienté a centros de enseñanza; fui conferenciante en diversas instituciones, o mi mediación ante el Parador de Turismo, etc. (Adolfo Suárez, como no pocos Alféreces eventuales de la Milicia Universitaria, hizo sus meses de prácticas en Melilla). El pretexto de una reciente estancia, con parte de mi familia, era la celebración del centenario de la creación del Cuerpo de Regulares -por cierto, también de la aviación española, estrenada en tierras marroquíes, o el centenario de la Asociación de Maestros Católicos-, en unos momentos de prohibición de enseñar a los religiosos.

Se inaguró una exposición fotográfica, en el Casino Militar de Melilla, con valiosos reportajes fotográficos, algunos de ellos de gran valor histórico, acerca del recorrido del Cuerpo de Regulares, al que, por cierto, perteneció Mariano Navarro Rubio, que presidió en 1939, en la plaza del Pilar de Zaragoza, la peregrinación excombatiente de Acción Católica, vestido de Capitán de Regulares, luciendo sus dos heridas de guerra. Más tarde sería Ministro de Hacienda. El acto central estuvo en la concentración de los Regulares, con los banderines de todos los tercios: su desfile, la ofrenda a los caídos, y la jura de bandera. Unos 300 asistentes lo hicieron, procedentes de toda España, algunos de la Milicia Universitaria y de la Real Hermandad de los Ejércitos. Presidió el Comandante General de Melilla, quien pasó revista a las tropas, elegantemente uniformadas. En su alocución, exaltó el sentimiento de nación y el patriotismo. Le acompañaba el presidente de la Ciudad Autónoma de Melilla, Juan José Imbroda. (Los Regulares cumplieron altas misiones en Kosovo y Bosnia).

Por la tarde tuve ocasión de saludar y conocer al hermano del Presidente, Blas Jesús, en su toma de posesión como Decano del Colegio de Abogados, que revistió una destacada calidad humana y jurídica. Y su hermandad con la abogacía peninsular, a través de Málaga, es ejemplar. Pocos días antes habían estado Amando de Miguel, y Ana de Palacio, ex Ministra de Asuntos Exteriores. Dictaron sendas lecciones. Pude conocer el clima de una preocupación intelectual educativa y cultural. También -acaso por el censo castrense-" la deportiva. Buen nivel económico, en general del funcionariado español, o por el trasiego de marroquíes para sus compras en Melilla. Además de los efectos de la integración como hijos o nietos de marroquíes. O las mujeres que trabajan en servicios auxiliares o domésticos. No se advierte la crisis como en la Península. (El Registrador de la Propiedad, gran profesional, cuya plaza estuvo en tiempos para aspirantes, lleva ya unos veinte años).

Pues bien, en mis reflexiones en lo alto del Parador de Turismo, mirando al monte Gurugú, en el que había estado mi suegro, Capitán Macario Báscones, en la batalla y el cautiverio tras la derrota del General Silvestre, me di más cuenta, dejando el pasado, del potencial de lo que San Agustín llamaría el «presente del futuro»: hoy, Melilla, sigue siendo la ciudad más antigua de España. Pero con una característica especial: es el lindero más al sur de la Unión Europea. Es su frontera física y humana con África. Es mucho más que una fortaleza de frontera. Es un territorio europeo porque lo es español. Una posibilidad de intercomunicación económica, social e internacional. Y, sobre todo, un argumento más ante esa unidad de España, que peninsularmente parece agrietarse, en una parte de su lindero norte, como hemos esbozado en nuestra obra « El Estatuto de Cataluña. Una meditación sobre España». Este tema merecería profundizarse. Aunque tras mi última estancia en Melilla, me haya quedado al menos para mí mismo, esta otra idea central: la unidad de España, vista desde Melilla.

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