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LUIS ARTIGUE
León

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Si una persona imaginativa se pega un tiro en la sien y su cabeza queda al descubierto, ¿se verá dentro del suculento boquete lo mismo que si el tiro se lo infringe cualquier otra?

Algo así, como si el artista se hubiera propinado un tiro en la cabeza y hubieran salido a la luz sus obsesiones, sus misterios, sus paranoias existenciales y sus más divertidamente turbadores sueños ha sido visitar la última exposición del talentoso artista leonés Karlos Viuda (Casa de las Carnicerías, Plaza de San Martín).

Se trata de sesenta y seis dibujos hechos a bolígrafo con perfecticcionismo, casi virtuosismo, los cuales, además de por su trabajo de cinco años, sorprenden por su audaz lenguaje, los enigmáticos títulos y por la turbadora, exhuberante, imaginación: haberlos visto se parece a asistir al momento en que los miedos del autor se hacen reales.

Son inquietantes imágenes surrealistas sobre fondos que algo tienen de paisajismo onírico -algunas podrían definirse como un enmarañamiento freudiano, otras como una autoindagación con toques de comic, televisión, dibujos animados y cultura underground, otras son alegatos no exentos de lucidez y protesta, y los más reflejan cierto erotismo irónico depravadamente confesional- con gran capacidad de impacto visual. Son hallazgos ejecutados con laboriosa impiedad. Son pasotes plausibles. Son el posmoderno ciberpunk de un creador cuya inmarchitable juventud nos da aliento: una firma artística a descubrir en este a veces ingrato León... Karlos Viuda en efecto dibuja como el fotógrafo que retrata la bala que le va a quitar la vida.

Si establecemos una línea de influencias a lo que se ha dado en llamar surrealismo pictórico estas comenzarían quizá en los libros bíblicos de Ezequiel y el Apocalipsis, pasarían por los cuadros de El Bosco y la serie negra de Goya, el psicoanálisis de Freud y Lacan, y, en el caso de Karlos Viuda, se suman la poesía de Breton, Elluard y demás, y formalmente la obra de Oscar Domínguez, Dalí, Victor Brauner, Remedios Varo, Leonora Carrington y por ahí todo seguido... ¡Pero aderazado además con el espíritu del cine, los graffitis, la ciencia ficción y el terror de serie B!

Así el genuino y complejo mundo visual de esta exposición, aunque poseedor de la lógica brumosa de los sueños, no da la espalda a la realidad actual sino que la refleja esperpénticamente al tiempo que nos coloca ante su sinsentido, su ridiculez, y nos invita así a criticarla del modo más mordaz posible: riéndonos de ella.

Esto es lo que dibujaría Fray Angélico tras ver en la tele Los Simpson.

Esto es la hostia.