AL DÍA
DSK: ¿Quién paga la ronda?
¡Vaya plancha! Después de que se nos había llenado la boca de grandilocuente indignación ante la incalificable conducta de Dominique Strauss-Kahn (DSK) en el hotel Sofitel de Nueva York agrediendo sexualmente a una limpiadora africana en su habitación, resulta que ni el agresor agredió ni la limpiadora está limpia. De acuerdo a las informaciones sobre el inesperado giro que ha tomado el caso, esto tiene el sospechoso perfume de un montaje a gran escala. Las contradicciones en que ha incurrido la denunciante resultan absolutamente insalvables y lo que ha contado a la Fiscalía acerca de su vida no parece responder a la verdad: ni fue violada en su país ni, desde luego, es ninguna indigente, puesto que los investigadores han encontrado transferencias a su favor en los últimos tiempos por más de 100.000 dólares, buena parte de ellos de su novio, un 'dealer' de marihuana ahora en prisión
Veremos. No cometamos por vez segunda el pecado de atolondramiento.
Pero, de momento, las dudas surgidas sí autorizan a plantearnos algunas preguntas.
Las acusaciones de la demandante tenían -"desde el principio-" debilidades evidentes. Una mujer joven, muy alta y de complexión fuerte, había sido obligada por un sexagenario no particularmente espigado, con evidente sobrepeso, y desarmado a mantener relaciones sexuales, incluida una doble felación. Los lectores y las lectoras no necesitan un exceso de imaginación para concluir que, una de dos, o bien DSK tiene en los ojos un magnetismo aterrador o bien la naturaleza no consentida del asunto está poco clara
Pero lo importante, a mi entender, es determinar cómo rebajamos automáticamente la barrera de la credibilidad cuando el presunto ofensor es poderoso (y hombre) y la presunta ofendida es débil (y mujer). Por supuesto, durante siglos ha funcionado el prejuicio inverso. Pero la Justicia, a diferencia de algunos árbitros de fútbol, no puede funcionar con compensaciones: si un prejuicio es malo, su contrario no es necesariamente mejor. En este caso, da la impresión de que el funcionamiento prejuicioso de la Unidad de Delitos Sexuales tiene que ver con sus propios protocolos: priorizar el testimonio acusatorio sobre el del que se defiende y proteger siempre el anonimato de quien acusa y exponer al que se defiende. Quien tenga curiosidad, que acuda a la página web del fiscal (manhattanda.org) y vea con qué descaro su titular (Cyrus R. Vance, sí, un hijo de su padre) sacaba pecho con las acusaciones a DSK. ¿Y esta ronda quién la paga? Porque si se acreditara que no hubo una conducta delictiva de DSK, tendríamos que la gobernanza del principal organismo económico multilateral y, posiblemente, la Presidencia de la quinta economía del mundo se ha decidido por un montaje fraudulento en el que ha picado, sobre todo, la Fiscalía americana. ¿Algo que alegar, Mr. Vance?