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Publicado por
MIGUEL PAZ CABANAS
León

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A mí siempre me ha parecido que, en comparación con otras ciudades de población y tamaño similar, León tenía una vida cultural razonablemente vigorosa. Y no solo representada por joyas conocidas como los conciertos del Auditorium o las exposiciones del Musac, sino por aportaciones aparentemente modestas pero igualmente gratificantes, como las actividades de ese museo maravilloso que conserva la Fundación Sierra-Pambley, las conferencias del Instituto Leonés de Cultura, o las películas subtituladas que se proyectan los domingos en El Albéitar. A las que habría que añadir una miríada de grupos teatrales, galerías o círculos de lectura, que seguramente son desde su humildad un ejemplo de cultura ciudadana. A muy poco de eso huele, por cierto, el polémico proyecto que ha convertido a San Sebastián en Capital Europea de la Cultura (también es verdad que juegan en una liga galáctica). Como si de la salida a bolsa de un consorcio de empresas eólicas se tratase, han propagado un slogan que habla de un fervor de «olas de energía ciudadana», que ha encontrado eco en expresiones pomposas del estilo de: comisiones de verdad y justicia (que Dios nos coja confesados), laboratorios de arquitectura emocional (yo tampoco sé lo que significa) o, agárrense los machos, semilleros para la paz. La paz entre escoltas, ahí es nada. Seguramente habrá puretas sensibles que elogien esta exquisita fanfarria, pero a mí el asunto me suena a una mezcla improbable de bombardas posmodernas y guitarras de sacristía. De sacristía de jesuitas patriotas, para entendernos.

Aquí, a lo mejor, sólo podemos aspirar a ser, como recordaba en este mismo periódico Rafael Saravia, una Ciudad Literaria, pues tampoco nos faltan maestros consagrados y poetas jóvenes y rebeldes. Pero para alcanzar tales merecimientos, mucho me temo que tendremos que absorber algo de hipocresía y bastante de amaneramiento conceptual. Sin ir más lejos de San Sebastián, esa ciudad nostálgica y maravillosa en cuyo Casco Viejo, qué le vamos a hacer, te pueden sacar a hostias si se te ocurre brindar por un gol de la selección española mientras te tomas un txikito en la barra de un bar. Las tapas que nos ponen por aquí, de momento, parecen más inofensivas.