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Publicado por
CAYETANO GONZÁLEZ
León

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E l próximo día 12 se cumplirán catorce años de lo que el entonces ministro del Interior, Jaime Mayor Oreja, calificó de «asesinato a cámara lenta» del joven concejal del PP de la localidad vizcaína de Ermua, Miguel Ángel Blanco. ETA le secuestró dos días antes y dio un plazo de cuarenta y ocho horas al Gobierno para que acercara a todos los presos de la banda terrorista a cárceles del País Vasco con la amenaza de que lo mataría si no se atendían sus exigencias. Todos recordamos como ETA cumplió con toda crueldad su amenaza pegándole dos tiros en la nuca al concejal popular y dejando su cadáver en un camino forestal en Lasarte.

Catorce años después, en el Ayuntamiento de Ermua del que Miguel Ángel Blanco formó parte hasta que fue asesinado se ha vivido uno de esos momentos de indignidad moral que tanto daño ha hecho a la sociedad vasca. La nueva marca de ETA-”Batasuna, la coalición Bildu, se ha negado a apoyar una moción presentada por el PP en el que se pedían dos cosas: la condena de los 857 asesinatos de ETA y la exigencia de su disolución. El argumento esgrimido por estos testaferros de ETA ha sido que la propuesta de los populares «responde a esquemas superados por la mayoría de la sociedad vasca». El PNV e Izquierda Unida se abstuvieron, aunque la propuesta fue finalmente aprobada gracias a los votos del PSE y del PP.

El argumento esgrimido por Bildu no puede ser mas perverso, aunque desde la óptica de quienes nunca han condenado a ETA, tiene su lógica: se trata según ellos de poner el contador a cero; de empezar a escribir la historia desde este mismo momento, haciendo tabla rasa de todo lo que ha pasado en estos últimos cincuenta años de existencia de la banda terrorista. En ese esquema, las 857 personas asesinadas por ETA serían únicamente «víctimas del conflicto», lo mismo que también han muerto miembros de la banda terrorista en enfrentamientos con la policía o cuando manipulaban explosivos que estaban a punto de colocar contra algún objetivo. Es decir, se equipara a las víctimas con los verdugos. Nada nuevo, pero igual de inmoral que siempre.

Todos estos planteamientos Bildu los hace desde la posición de euforia y fortaleza que les ha dado -“gracias al Gobierno de Zapatero y a los seis magistrados del Tribunal Constitucional que votaron a favor de su legalización-” estar en las elecciones del pasado 22-”M y haber obtenido un buen resultado que les permite gobernar en la Diputación Foral de Guipuzcoa, en el Ayuntamiento de San Sebastián y en otros más de cien ayuntamientos del País Vasco y de Navarra. Pero por mucha fortaleza que tengan no se les puede permitir que sean ellos los que hagan el relato de lo que ha pasado en el País Vasco en los últimos cuarenta años. La historia la tienen que escribir las víctimas y quienes han estado luchando por la libertad y por la paz. Hay «esquemas» que no debemos permitir que estén superados si queremos que perviva nuestra dignidad como sociedad.