Diario de León
Publicado por
JAVIER TOMÉ
León

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Y a lo explicó George Best, aquel futbolista genial que a cada toque de balón provocaba alteraciones cardiovasculares en la defensa contraria. En cierta ocasión comentó a los medios de comunicación, justo antes de que su hígado dijera «stop, please», reventase y le mandara a cenar con San Pedro, que en esta vida había dilapidado mucho dinero; todas las libras que no se gastó en alcohol y mujeres. Siguiendo este razonamiento anarco-económico, estoy convencido de que debemos derrochar todo lo posible antes de pasar a rendir cuentas ante el Señor. ¿Y en qué gastarse las cuatro perras que aún no se ha llevado la crisis? Desde mi óptica personal, lo más sensato es liar los bártulos y largarte lo más lejos posible de este país de chichinabo y cascarilla, donde todo es bulla y parloteo. Así, retomando el rastro de las antiguas sagas nórdicas, el viento me llevó hasta Copenhague, dispuesto a paladear el fragor de la existencia y los deleites de una cultura nórdica en la que predomina la calidad y el buen vivir.

La primera ley del columnista es salir al mundo, ver algo y contárselo a los lectores. Y para no faltar a la verdad, debo decir que Copenhague tiene muchos monumentos, de los tallados en piedra y de los otros. Porque la tópica leyenda que se repite en la películas de Landa es cierta: las mujeres vikingas lucen unas hechuras personales que harían perder la chaveta hasta al señor obispo. Pero a lo que íbamos; a la salida de uno de los museos de imprescindible visita uno se topa con el librito habitual en el que se refleja por escrito lo mucho que le ha gustado la exposición. Pues allí, bien visible, alguien puso: «Me llamo Juan, vengo de León y soy feliz». ¡Coño! Así surgió, donde menos te lo esperas, las raíces emocionales que te amarran al desván familiar leonés. Hay que avisar a Lobatón para que lo busque y nos explique su fórmula. Por favor, permanezcan a la espera.

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