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Publicado por
manuel campo vidal
León

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L os bancos y cajas acaban de pasar con éxito, salvo algunos distraídos, sus pruebas europeas de estrés pero la ciudadanía está sometida al stress de las pruebas diarias de supervivencia psicológica. Hay conversaciones en los bares y los gimnasios sobre la prima de riesgo, filípicas monetaristas en cualquier taxi, abundantes blasfemias de impotencia y un señor de Zaragoza, y como él debe existir un millar, que nos persigue airado asegurando que él ha descubierto la solución para lo de Grecia y nadie le hace caso.

¡Cómo no van a suspender pagos las pymes españolas si están a punto de hacerlo, el dos de Agosto, los Estados Unidos! . Hay crisis financiera, más una crisis propia de nuestro decadente modelo productivo y todavía una crisis psicológica alimentada por irresponsables al micrófono que anuncian cada media hora el fin del mundo, con nosotros por delante, ayudados por declaraciones tóxicas de responsables políticos sin estima alguna por su país aunque pregonen lo contrario.

Así de amarga está la situación y, sin embargo, estamos solo en los entremeses de la madre de todas las batallas que comienza de verdad después del verano con la convocatoria de elecciones. El problema es llegar ahí. Zapatero se va marchando lentamente por el fondo del pasillo y Rajoy y Rubalcaba se quedan en primer plano con el pastel. El futuro se escribe con dos erres, la primera de Rajoy o Rubalcaba y la segunda de Reformas. En este un país que se creía rico, como lo ha descrito el ingeniero sevillano José Luis Manzanares, sobra de todo, a saber, funcionarios, lujo, aeropuertos, palabrería, impresos, liturgia, demagogia y una interminable lista de materiales prescindibles. Se puede vivir hasta mejor con menos, sin que eso suponga adscribirse a la teoría del decrecimiento que predica el profesor Carlos Taibo.

Lo malo es que para hacer reformas serias es necesario un sacrificio enorme de la ciudadanía que solo lo aceptará si se le explica bien desde la solvencia política y la credibilidad. Y erosiona su credibilidad el Gobierno cuando toma una medida y después otra que la contradice quince días después. Y Rajoy cuando ni se inmuta al saber que Camps es procesado por delitos menores pero sobre todo por mentir a todos, empezando por el propio Mariano ante quien afirmó solemnemente que «mis trajes me los pago yo». O cuando un sector del PP se empeña en proponer al alcalde de Valladolid, el de los morritos de Leyre Pajín, como presidente de la FEMP, sin que las mujeres de su partido se rebelen. O cuando el acta filtrada del atestado contra el senador socialista y su ahijado descubre un lenguaje soez, indigno de un representante público. Y se erosiona la Generalitat al proponer que si los funcionarios trabajan quince minutos más por día con el mismo sueldo, la cosas se encarrilarán. En eficacia, salvo excepciones, suspendemos y en credibilidad no llegamos.

El error es pensar que las reformas deben afectar solo a los bancos y a los políticos. «No podemos hacer reformas en el siglo XXI con unos sindicatos del siglo XX», clamaba José Antonio Segurado en una reunión reciente de la CEOE. Razón tiene pero uno de los participantes en la sesión confiesa que se contuvo para no replicar «unos sindicatos del siglo XX y una patronal del XIX».

El verano, si los mercados no lo impiden, servirá para que acaben de aterrizar los nuevos líderes políticos autonómicos, Cospedal, Cascos, Rudi, Barcina y Monago, más los nuevos líderes bancarios que se la juegan en Bolsa, como Rodrigo Rato y Antonio Pulido, de Bankia y Banca Cívica, y para acabar de alinearse. En Septiembre, o sucede un milagro, o se convocan elecciones para el 27 de noviembre. Sólo Zapatero y Griñán quieren llegar hasta el final de la legislatura, para ellos con alta probabilidad, final de trayecto.

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