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León

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Se conmemora mañana el 75 aniversario del inicio de la Guerra Civil, cuyos detalles relativos a León se relatan en un extenso reportaje que abre hoy este periódico. Se trata, lógicamente, de una visión extendida sobre la perspectiva del largo tiempo transcurrido que con seguridad despertará la curiosidad de los pocos que haya que vivieron el conflicto y de los muchos para los que el conocimiento sobre el mismo se limita a los imprecisos relatos familiares y a las más o menos breves referencias en los libros de texto.

Es memoria y, afortunadamente, debe ser lección. Y aún a riesgo de que parezca una impertinencia que hablemos del pasado con entusiasmo cuando lo que hay que hacer enfrentarse con eficacia a los problemas del presente pese a que no haya confianza en el futuro, sí caben algunas reflexiones sobre la cuestión desde una España en paz, que fue capaz de salir del subdesarrollo político y material para ponerse a la cabeza de las naciones desarrolladas en el más amplio marco de libertades políticas y personales.

Es innegable que, más allá de dar por resuelta esa vieja querella de la guerra civil y del posterior archivo de la dictadura, quedan todavía algunas heridas abiertas, algún agravio no resuelto y se airea innecesariamente alguna provocación. Cuestiones que deben ser resueltas ahora que pasado el tiempo suficiente para que la sutura de unas heridas no abra otras nuevas. La Ley de Memoria Histórica, un intento discutido y discutible, tenía como objetivo aliviar esos resquemores. Se trataba de dar por cerrada definitivamente una historia antigua, poco edificante y que ya a nadie o a casi nadie sirve de referencia. Sin embargo, frente a este empeño se han alzado voces que cuestionan el proceso político reciente, incluso la transición. No se puede permitir que quienes intentan reavivar el fuego apagado por treinta años de sensatez política y ciudadana alcancen su macabro objetivo. En este país ya no hay -”no debe haber-” franquistas ni antifranquistas porque esa división se fundió en una España plural. Y si efectivamente aún quedan propagadores de esa división habrá que meterlos en al cajón de los anacronismos.

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