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León

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L os E milio-™s boys están revolucionando la ciudad. Después de reconvertir la avenida Fernández Ladreda y trasladar a Pocoyo le toca el turno al Rastro. Una creía que las medidas se tomaban para adecentar la ciudad, pero no. Porque hacer que el zoco fajero de Clarés regrese a Papalaguinda es eso, una regresión. Primero, por cuestiones semánticas, porque llamarle rastro a un bazar de todo a cien me parece una osadía. Mi padre encontró en los años setenta antigüedades únicas en el de Madrid que nada tienen que ver con el underwear y demás productos que de manera un tanto obscena volverán a exhibirse en el parque paralelo a la avenidad de la Facultad apenas llegue el domingo. Y es que ya se que lo que a mi me parezca es lo de menos, pero como la columna la escribo yo, tengo que decir que el mercado dominguero siempre me ha parecido algo chusco, que deja el lugar en el que se celebra como el baño de Trainspotting y donde, desde luego, no se encuentra nada que merezca tal desaliño urbano. Estaría de acuerdo con la decisión si se tratara de un espacio similar al que se celebra en Saint Ouen, en el que se vendieran objetos como los que se descubren en Candem o Portobello, pero convertir un tenderete de medias y culeros en un casus belli de política municipal me parece cuanto menos grotesco.

Creo firmemente que ética y estética son sujetos siameses y que la zafiedad no debe espolearse con medidas populistas. A veces, la medida más democrática es la que va contra los deseos del vulgo. No voy a pecar de naif; ya sé que son legión los que consideran «genial» que las cuerdas de este bazar chabacano vuelvan al centro de la ciudad, pero es que los motivos también son económicos, sobre todo en un momento de crisis como el actual. Los comerciantes (que pagan impuestos, amén de la cotización social de sus empleados) llevan años denunciando competencia desleal, cuando no ilegalidad manifiesta. La sospecha de que se venden falsificaciones y productos de procedencia cuanto menos extraña siempre ha sobrevolado este tipo de lugares. Ahora, el equipo de gobierno asegura que exigirá a los vendedores que faciliten factura al cliente y deja claro que se velará para que la ley se cumpla. Y, claro, la pregunta es obvia: ¿Es que hasta ahora se ha permitido la estafa?