Don de reír
El hombre más mayor de España es leonés, de Pinilla de Valdería, y ayer cumplió 110 años. Se llama Francisco Fernández y nunca se ha metido en política, decisión que no le habrá llevado a vivir más, pero sí a resfriarse menos, pues ciertas corrientes son muy malas, como sabe otro Francisco Fernández que sí se ha dedicado a ello. Hay quien cree que ser longevo carece de mérito pues no depende de uno, pero la longevidad hay que trabajársela. Alcanzarla exige disciplina, tesón y ganas. A la gente le gusta leer noticias del tipo: una mujer pekinesa ha alcanzado los 180 años alimentándose únicamente de chupar cabezas de gambas. En cambio, un leonés, tras leerlo le entran ganas de morirse antes, alrededor de los 150, y darse el gusto de zamparse un cocido matador de vez en cuando, pongamos que los miércoles.
La respuesta de don Francisco a cómo ha llegado tan lejos es digna de Zaratustra: «Mucha cama, poco plato y mucha suela de zapato». El cuarto requisito lo desvelamos nosotros: ser de genes risueños. «Yo me río con todos, hasta los perros me quieren», declaró a este periódico. Obsérvese que dijo «con todos» y no de todos, matiz que marca la diferencia entre el sano buen humor y el malévolo desternille porque tu vecino se ha fracturado los meñiques con la tapa del piano. Su familia lo considera hombre de enfados fugaces. Quien hace de todo una batalla, termina perdiendo la guerra. El don de reír se lleva dentro como una herencia, independientemente de cómo te trate la vida. Cuentan que mientras el Titanic se hundía su orquesta siguió tocando, y el del xilófono contando chistes para romper el hielo.
Nuestro paisano ya vivió la crisis del 29, que le llevó a regresar de su emigración en Argentina. Reír no le hizo inmune a los golpes, pero le ayudó a recuperarse antes. Por ejemplo, mi mujer es tan sonriente que cada día le auguro que llegará como mínimo a los 160 años, siempre, claro, que no coma setas venenosas, ni haga surf en mares con tiburones y procure no aparcar en medio de un ataque extraterrestre, pongamos por caso. León da longevos, pese al pimentón, la mala leche y a nuestros veranos con bufanda. Larga vida al hombre con el don de reír, pues lo suyo es contagioso.