Rendidos a Zara
Amancio Ortega acaba de firmar un relevo de diseño en la cúpula de Inditex, como las prendas colgadas en sus cientos de tiendas por todo el mundo, y deja a un acreditado y fiel ejecutivo, Pablo Isla, la colosal responsabilidad de continuar la senda de éxitos de la multinacional española. Con 75 tacos, el mejor empresario español de los últimos 30 años se toma un respiro después de haber logrado el milagro de meter en el mismo saco a millonarios y mileuristas, chinos y taiwaneses, ?indignados? y jet set. Durante tres décadas la marca de ropa, menaje, corsetería, ?sport? que en sus inicios tuvo entre las clases pudientes un cierto marchamo de baratillo: «va de Zara» se decía con displicencia, ha conquistado la transversalidad social. Ahora adictos al ?shopping? de lujo en la milla de oro que pagan sin pestañear 2.000 euros por un bolso italiano, no dejan de dar su pasadita semanal por las tiendas de Ortega para rematar el conjunto. Y no es extraño que coincidan en la caja con la chica de servicio poniéndose guapa sin tener que romper la hucha de los mil euritos que le paga la señora
Hace unas décadas España era un país de tonos oscuros o chillones sin término medio; a caballo entre lo hortera (yé-yé) y el pantalón de los domingos como únicas estrellas del armario; un país lleno de complejos donde solo una minoría cruzaba las fronteras, plagado de prejuicios oscilando entre el orgullo hueco o la vergüenza sorda de su condición ibérica. Zara refleja la evolución de la sociedad española en estas tres décadas de libertad y crecimiento económico y representa hasta el extremo la democratización de las costumbres y en especial de la moda. Su máximo gestor, que no adolece de algunos de los viejos vicios nacionales como el exhibicionismo, la prepotencia o el complejo de inferioridad, ha logrado construir un gran negocio sin atacar a la competencia, sin grandes (ni pequeñas) campañas de publicidad y sin copiar modelos de gestión foráneos. Amancio Ortega ha revolucionado el ?pret a porter? inventándose la moda ultra-efímera, rompiendo el esquema de las temporadas con colecciones ?non stop? que surten sus escaparates con diseños que vuelan de los estantes para que las amigas de cuadrilla no coincidan con el mismo modelo en el ascensor. Ese entusiasmo por saciar la pasión por la individualidad y la exclusividad, por dar gusto al afán de personalizar su vestuario que ansía toda sociedad libre y democrática es un regalo que España y más de treinta países del mundo nunca agradecerán suficiente al genio de Arteixo. Pero en el último tramo de nuestra historia la marca Zara y la marca España caminan por senderos divergentes. Algunos sugieren fichar a los ejecutivos de Inditex para el próximo Gobierno pero la receta está al alcance de cualquiera: austeridad, imaginación y audacia.