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la veleta | antonio casado

Mala herencia

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Hoy tomará posesión el nuevo presidente de la Comunidad Autónoma de Valencia, Alberto Fabra, que sustituye a Francisco Camps después de la dimisión de éste. No lo tiene nada fácil Fabra. La herencia que le deja su molt honorable antecesor, tras su nada honorable caída política, no es para arrendarle a nadie la ganancia. La herencia se puede objetivar fácilmente. Sobre todo en el terreno económico: nada menos que dieciocho mil millones de euros de deuda pública, la mayor de todas las comunidades autónomas. Lo que le ha obligado a presentarse en las Corts, en su discurso de investidura del martes, con un nuevo plan de ajuste que rondará los setecientos millones de euros. Sin entrar en valoraciones también se puede objetivar la herencia que recibe en el plano judicial, con un horizonte penal abierto en las tres provincias de la región a cargos institucionales y orgánicos del Partido Popular. En Valencia, el caso Gürtel, con si derivada de presunta financiación ilegal del PP. En Alicante, el ya famoso caso Brugal, en el que se investigan presuntos delitos de sobordo, extorsión y tráfico de influencias en la adjudicación de algunos contratos públicos. Y concretamente en Castellón sigue vivo el caso Fabra (Carlos, no Alberto), el ya ex presidente de la Diputación, imputado por presuntos delitos de cohecho, tráfico de influencias y fraude fiscal. Tampoco está mal el enredo político doméstico que Camps ha dejado en los interiores del PP valenciano. También tendrá que gestionarlo Alberto Fabra con mano izquierda —es un decir, que no cunda el pánico— si quiere mantener la paz en un partido noqueado por la espantada de Francisco Camps, justo cuando éste, después de barrer en las elecciones de mayo, se había hecho un Gobierno de la Comunidad y una organización a su medida, como los trajes que le pagaba el tal Álvaro Pérez. En este sentido, el tiempo nos dirá dónde y cuándo terminan los ecos del homenaje de Alberto Fabra a su antecesor durante el discurso de investidura del martes. Y dónde y cuándo empieza la inevitable diferenciación. De lo uno, aires de continuidad, y de lo otro, la defensa de un proyecto diferente, hemos percibido señales durante estos últimos días. Los que tienden a acreditar la inercia afectan sobre todo a las personas. Ningún cambio de caras en el Consell. Sin embargo son claras las señales de cambio en cuestiones de forma. Nada de retoques a la composición del recién nombrado Consell hasta después de las elecciones generales. Pero mucho en cuestiones de estilo. El nuevo presidente no rehuirá las preguntas de los periodistas, facilitará a la oposición los contratos con empresas de Gürtel y recibirá a los familiares de las víctimas del accidente de metro de 2006. Es decir, como Francisco Camps pero al revés. Algo es algo.

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