Cerrar
Publicado por
JUAN CARLOS VILORIA
León

Creado:

Actualizado:

Han pasado veinticinco años desde que en el apogeo de los veraneos reales en Mallorca don Juan Carlos aparecía cada mañana en el puerto deportivo -de polo blanco y pantalón corto- dispuesto a embarcar en el Bribó n para tomar la caña en una de las regatas de la temporada de vela. Era el comienzo de una etapa radiante en la que la consolidación de la democracia, la alta estima social del rey y la formidable proyección turística de Baleares se conjuntaban para sacar a España de sus estrecheces veraniegas en el difícil tránsito del botijo y el seiscientos al apartamento en la costa

Al ritmo de las sucesivas ediciones de la Copa del Rey de Vela los turistas de a pie se incorporaron al veraneo de chiringuito y sombrilla como la máxima expresión del despegue y del destape nacional. Al modo de los europeos, que hasta entonces acaparaban playas y calas, el veraneante ibérico reclamó su lugar al sol. Los sociólogos lo llamaron turismo de masas pero el español medio le tomó de tal manera gusto a la cosa y a la costa que desde entonces se aferra desesperadamente, con crisis o sin crisis, al veraneo, al puente, a las vacaciones de Pascua o la menor oportunidad, para saciar su fervor de quedarse en bañador y beberse una sangría más o menos cerca del mar. Corriendo un tupido velo sobre el infame estropicio que durante décadas administradores y negociantes hicieron de los miles de kilómetros de costa nacional al reclamo de la «segunda residencia», en estos años se ha consolidado una industria turística exterior e interior que en los mejores momentos ha rozado el 12% de toda la riqueza nacional. Don Juan Carlos entendió enseguida el juego del marketing y la emulación y convirtió los veraneos de la Familia Real en un spot publicitario de valor incalculable para coronar aquel inolvidable «Spain is diferent».

El Bribón de este verano, que hace el número XXV, será el último de la serie por decisión de su armador y de don Juan Carlos, que se retira de la vela de competición. Es irremediable, pues, hacer un hueco a la añoranza a la vista de esta última regata y la constatación de que el rey, con 73 años cumplidos, también sufre desgaste en las rodillas y pasa por el quirófano como tantos compatriotas. El velero de su amigo y armador pasará al desguace a finales de septiembre y nada volverá a ser igual en los veranos de Mallorca. Y tampoco en el turismo español acechado por la dura competencia de la otra orilla del Mediterráneo; los fundamentos son sólidos pero debe reinventarse hacia la máxima profesionalización de un sector marcado por la temporalidad y los precios desbocados. La inestabilidad en algunos destinos competidores está dando este año un respiro al negocio pero alguien, en algún lugar, debería estar ya dibujando los planos de otro Bribón que asegure un valioso símbolo del turismo nacional.