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León

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Castilla y León se acerca ya al millar de incendios en lo que va de año. Según adelantó el consejero de Fomento y Medio Ambiente, Antonio Silván, durante su visita a la base de Tabuyo del Monte, ayer se había alcanzado la cifra exacta de 972 fuegos, lo que supone un 13% menos que la media de la última década. Sin embargo, continúa siendo especialmente preocupante el hecho de que el 49% de ellos hayan sido de origen intencionados, mientras que sólo el 7% lo fueron por causas naturales, con especial incidencia este verano por los rayos de un julio excepcionalmente tormentoso. Esta cifra, la de la intencionalidad en la causa, asciende al 70% en el caso de la provincia de León, que es además la que registra un mayor número de incendios forestales.

En el origen intencionado de los incendios son excepcionales los casos de los originados por pirómanos, individuos que sufren un trastorno de los impulsos y que sienten una atracción anormal por el fuego y todo lo relacionado con éste y las consecuencias ocasionan. Aunque todos recordamos algunos episodios recientes en el Bierzo, prácticamente no pasan de ser anecdóticos, por más que puntualmente en algún caso los daños medioambientales hayan sido considerables. Lo realmente inquietante es que tres de cada cuatro incendios tienen su origen en el uso tradicional del fuego, es decir, la quema de rastrojos que se realizan precisamente en la época de mayor riesgo, especialmente por las condiciones meteorológicas y la sequedad de la vegetación en el ecuador del verano tras una primavera especialmente lluviosa.

Son prácticas muy arraigadas en la cultura tradicional y en el mundo rural que sólo es posible combatir desde la concienciación y la vigilancia, e incluso desde la delación. Pero también desde la limpieza y ordenación de los montes ahora que es posible avanzar en el arovechamiento de la biomasa para la generación de energía. Pero queda mucho camino por recorrer en ese campo y hasta entonces sólo vale hacer entender a los ciudadanos el enorme coste social de esas prácticas, no sólo material, sino desgraciadamente a veces también humano.

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