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Publicado por
charo zarzalejos
León

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Si de algo no se pueden quejar nuestros políticos y, de manera especial, quienes están en trastienda electoral es de la falta de asuntos de los que hablar. Asuntos realmente graves y serios porque la inmensa crisis económica que nos afecta alcanza no sólo a los bolsillos, sino al ánimo de todos los ciudadanos, a sus expectativas vitales, a sus legítimas aspiraciones y a sus esperanzas en el futuro. El listado de temas sobre los que basar la campaña y las declaraciones de cada día es, pues, inmenso.

Pero parece que no tienen de qué hablar y, de repente, ETA aparece en la precampaña electoral, con absurdas acusaciones mutuas y con pronósticos —ojalá sea así— que al final sólo generan un punto de ansiedad, no en los terroristas, sino en los demócratas deseos todos de que, efectivamente, sea ya parte del pasado.

Muchas veces hemos dicho y hay que repetirlo aun a riesgo de resultar pesados que ETA está débil, pero sin olvidar que está ahí, observando acontecimientos sin que hasta el momento haya un dato fehaciente de que están dispuestos a su disolución. Los presos—no todos ellos, por supuesto—, al parecer, lo quieren, pero en la historia de ETA si hay algo que se ha venido manteniendo de manera muy fiel es que los presos, presos son y el mando siempre se ha mantenido fuera de los muros de las prisiones. Nunca los terroristas en activo han mostrado especial preocupación por sus encarcelados, lo que no dice mucho en favor de so solidaridad compromiso. ¿Será ahora diferente?

En cualquier caso lo peor que se puede hacer es traer a ETA a las páginas de los periódicos. De los terroristas, mejor no hablar de manera que perciban con claridad que su final como organización terrorista es «su» problema y que son ellos, no los demás, quienes deben resolver su problema. Hablar de su final es hacerles ver que los demás estamos angustiados; es casi como rogarles que acaben con su macabra historia. A ETA no hay que pedirle nada, ni sacarle a pasear. Deberíamos, deberían todos, condenarla al silencio, a la indiferencia para que sin ruido, las Fuerzas de Seguridad del Estado continúen realizando su extraordinaria tarea antiterrorista.

ETA ni da ni quita votos. Su actual debilidad es la consecuencia inevitable de la perseverancia democrática, pero sobre todo y de manera muy especial de socialistas y populares del País Vasco que nunca jamás pensaron en el desestimiento y por ello murieron asesinados por quienes hoy observan los acontecimientos y con el silencio de algunos que cuentan que quieren gobernar para todos.

Quedan muchas semanas para las elecciones generales fijadas para el 20 de noviembre y por ello creo que aún estamos a tiempo de enderezar el rumbo y nunca más volver a hablar de ETA y menos si para que los dos grandes partidos se enfrenten. Los españoles no nos lo merecemos.