Calvario del PSOE, segunda estación

Vienen tiempos difíciles para los socialistas. Si la primera estación del calvario fue el 22 de mayo con una derrota electoral más amplia de lo previsto —que ya era bastante dramática la previsión— el acuerdo sorpresa Zapatero-Rajoy para reformar la Constitución, limitando el déficit público, lo está encajando el Grupo Parlamentario como una nuevo tormento. Para el lunes están convocados los diputados y senadores para contarles el acuerdo que les estalló por sorpresa el pasado martes. «Deberían dejar libertad de voto, ya que no pudimos participar en la discusión,» propone el diputado independiente Antonio Gutiérrez, ex líder de CC.OO. que adelanta que votará en contra. No es el único.

Contaban con unos latigazos inmisericordes el 20-N —segunda estación prevista del calvario— pero la reforma de la Constitución ha puesto en marcha un movimiento favorable a la celebración de un referéndum para validar en las urnas la decisión de las Cortes. Bastaría con 35 diputados o 26 senadores para convocar esa consulta que comienzan a reclamar nacionalistas, sindicatos, indignados del 15-M y redes sociales. Durán Lleida, que busca su equilibrio entre socialistas y populares, emerge como portavoz de todos los nacionalistas, no solo catalanes, e incluso de la izquierda, y amenaza con ese referéndum.

El PSOE tiene un calvario de varias estaciones por delante y Rubalcaba va de Cristo. Es fácil adivinar que si los diputados no lo sabían, él se enteró pocas horas antes. Y sólo su arte verbal innegable lo salvó de salir más chamuscado aún. Zapatero se prepara para la foto finish de su carrera presidencial y quiere aparecer en ella como hombre de estado. Aznar tuvo la misma tentación y nos metió en una guerra. Preocupante. Zapatero empezó fuerte su mandato desafiando al mismísimo Bush al retirar las tropas de Irak. Moratinos ha revelado ahora que recibió la orden de advertir a Washington de esa retirada ¡solo veinte minutos después de tomar posesión como ministro de Exteriores! Menudo estreno: la primera llamada a Colin Powell para darle el disgusto. Y a continuación desafió también al Vaticano, pero después se dejó llevar por sus asesores de marketing publicitario y abrazó las ocurrencias, entre ellas el regalito de 400 euros a cada ciudadano por consejo de un gurú americano visitante en Moncloa. Se deslumbró con aquella propuesta que alejó definitivamente del Gobierno a Pedro Solbes, que veía la crisis que el presidente negaba. El diario italiano La Repubblica le dedicó hace unos días un gran reportaje de despedida en el que destaca que «Zapatero pecó de presunción creyendo que podía hacerlo todo en solitario pero al final pagó».

Si la situación política está mal, la económica peor. El presidente de un banco admitía ayer en conversación privada: «Lo único que sabemos es que no sabemos hacia dónde ir». Y concede incluso que no sería de extrañar que el Gobierno les pidiera dinero en otoño para pagar a los maestros, médicos o farmacéuticos. Su análisis parece clarividente y realista: «Hay que ir a un gobierno mundial y pocos lo niegan, pero nadie quiere ceder soberanía».

Mientras eso no llega, todo lo demás son parches. Javier Arenas, que todavía no gobierna pero ya reina en Andalucía, anda buscando dinero para que la nueva alcaldesa popular de Jerez pueda pagar la nómina municipal. Xoan Vázquez Mao, secretario del Eixo Atlántico que agrupa a cuarenta ciudades gallegas y portuguesas, confirma que en el 2014 no se cortarán las ayudas europeas pero quien consiga fondos para un proyecto deberá garantizar, de entrada, cómo lo sostiene después. «Se acabó eso de dar dinero para museos sin cuadros», concluye gráficamente. Es la única ventaja de esta durísima purga financiera: acabar, al menos por un tiempo, con la perversión de crear déficit irresponsablemente desde el convencimiento de que vivíamos en un país rico.