LEÓN ENVERSO
Milagros
Se busca voz que haya respondido la verdad a una de esas encuestas del sistema público de salud de esta estepa que limita al norte con Asturias y al sur con el infinito. Los estudios demoscópicos con los que se hace propaganda de la prestación parecen aquellas consultas en urna en tiempos del generalísimo, en los que los escrutinios arrojaban más síes que votantes. Se han dado casos en los que para valorar lo bien que va el centro de salud de tal o cual área, el servicio de vaciado de este u otro servicio quirúrgico, las notas son de un doce sobre diez.
Tienen suerte de no encontrar ningún agraviado para las respuestas; ningún paciente aburrido de esperar diez días por un escáner —por la prueba, no por el resultado— moribundo de dolor en la habitación sin luz de una planta sombría mientras al de la habitación de al lado le someten a esa máquina y le dan el resultado en lápiz óptico para que lo analice de inmediato en casa el profesional que causó el agravio; no han dado en la cuestación con esos hombres y mujeres que recorren en un autocar cuarenta, cincuenta, sesenta u ochenta kilómetros para someterse a una sesión de quimio, encienden la luz de la sala de espera antes de que salga el sol y siguen en la misma posición de paciencia a las tres y media de la tarde; podrían preguntarle al que le cortaron medio pulmón porque le diagnosticaron con gafas de culo de vaso un tumor que luego no fue; cualquier día, para bajar nota, tal vez le pregunten a una madre que se ha tenido que meter en una ambulancia con un niño a punto de reventar de peritonitis y comerse cuatrocientos cuarenta kilómetros (ida y vuelta) para que un cirujano adecuado salve la vida de su retoño; o lo mismo, un atardecer logran toparse con alguien que quería consulta con el médico de cabecera y le dieron vez en la misma semana que llamó. Hasta entonces, la opinión pública se cebará con malformaciones. Historias fabricadas en el Pisuerga, horneadas a gusto del gestor, que entierra los fracasos y disimula los aciertos como si se tratara de un milagro del Monte Sinaí (el de New York City).
En la encuesta de satisfacción del paciente de la sanidad pública se reparten halagos y sobresalientes por doquier y por generación espontánea. En la atención y en el rescate, como cuando Aznar manda el helicóptero amarillento desde Valladolid. Aunque eso es harina de otro costal.