PANORAMA
Acuerdo entre profetas
Los únicos pronósticos que no fallan son los que se hacen después, pero ahora asistimos a una extraña unanimidad entre los previsores del porvenir. Si el futuro fuera una quiniela se pagaría muy poco a los acertantes: todos los adivinos apuestan por lo mismo, por la recesión global. En un tiempo, los profetas eran personas singulares, tipos iluminados y frenéticos que solían acabar muy mal. Pocos lograron serlo en su tierra, ya que lo normal era enterrarlos con anterioridad a que se cumpliera su ciclo vital, pero lo curioso es que en esta época todos coinciden, lo que les hace imposible ser originales.
El Indicador Sintético de Actividad augura tiempos sombríos donde el sol, que salía para todos, si bien con distinta intensidad, no va a salir para nadie.
Entre las virtudes de los profetas jamás ha figurado el optimismo. Eso de atribuirle al universo la mayor perfección posible demuestra que se puede ser un gran filósofo y un gilipollas bastante importante. Si el doctor Pangloss viviera habría que llevarlo al psiquiatra, pero tampoco están en su sano juicio los que creen que es pésimo. Siempre es posible empeorar.
Es cierta esa ley de Murphy que dice que mientras más tiempo llevemos en la cola, más probabilidades hay de que nos hayamos equivocado de ventanilla. Los españoles vamos a permanecer una buena temporada aguardando turno.
El presidente del Banco Mundial, Robert Zoellich, anuncia que «el mundo entra en una nueva zona de peligro». Por su parte, la directora gerente del Fondo Monetario Internacional, Christine Lagarde, que tiene cara de puño de paraguas, nos sigue metiendo el corazón en un puño. Es eficiente, además de inteligente, pero solo anuncia zodiacos funestos, como los profetas tradicionales.
Aquellas personas dotadas del privilegio de conocer cosas distantes estaban mal nutridas. Por eso hay quien dice que veían visiones. No lo creo. Los profetas actuales están bien alimentados y ven lo mismo.