Diario de León

CRÓNICAS BERCIANAS

Los evanescentes

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Pensaba que la teoría del Bierzo evanescente se reducía a un simple enclave literario común que compartían como refugio extravagantes personajes novelescos de Vázquez Montalbán o del cuentista Pereira. Error. Es real. La comarca se evapora cada cierto tiempo dejando tras de sí una fosa de dimensiones abisales entre el Manzanal y Piedrafita, envuelta por una nube de bruma tan densa que es posible viajar inconsciente sobre ella hasta Samos. El fenómeno telúrico se presenta además acompañado de un derrabe brutal de memoria.

Debí presentir que algo así estaba ocurriendo cuando alguien me contó entre gin-tonics en la terraza del Museo que durante la narración de la llegada de la Vuelta Ciclista a Ponferrada, Perico Delgado y el equipo de TVE confundieron al Señor de Bembibre con el Fantasma de Bembibre, galleguizaron Cortiguera como Cortigueira y terminaron presentando al cocido maragato como faro de la gastronomía berciana. Pero sólo comprendí la magnitud de la invisibilidad del episodio de evanescencia cuando repasaba el martes las crónicas de la entrevista del alcalde de León y la presidenta de la Diputación con el presidente del Gobierno en el palacio de La Moncloa. ZP confesó a Gutiérrez y a Carrasco que antes de irse dejaría todo atado y bien atado por la prosperidad básica de la capital, de su alfoz y aún algo más allá. Pero no había ni rastro del Bierzo en su cordial encuentro. Lógico. Si un territorio no existe sus problemas se esfuman también. A esa oportuna afección amnésica debe atribuirse que ninguno tratara la posibilidad de dejar sobre la mesa del «sucesor» un amago de proyecto del AVE a Ponferrada y más allá hacia Galicia o de sacar a licitación la autovía a Orense o de contratar las obras del puerto seco de Toral que Zapatero nos vendió al rebaño mediático leonés hace ya siete años en un almibarado almuerzo monclovita.

Tampoco tienen ellos toda la culpa de esas desapariciones telúrico-mentales, agravadas en los miembros de la clase medio-alta de la política. Nuestros principales cargos públicos locales son unos auténticos maestros a la hora de mimetizarse con la eventual inmaterialidad de la olla. Sólo llevan a las puertas de los grandes despachos invitaciones para el Bierzo de las cachapadas. De las botilladas con percebes de Cedeira, de las orgías de mencía y de las resacas en el río Suertes.

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