Diario de León
León

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Luna, ese mundo entre montañas y valles de fantasía, que va del Cámbrico a la ermita de Pruneda, convoca con ladridos de mastín a un encuentro de supervivencia, lecciones etnográficas y culturales a las que el pijerío de las administraciones urbanitas y de funcionarios y políticos frikis puso fecha de caducidad. Luna alumbra el recorrido de los tiempos en un parque temático que se pega a la fiesta del Cristo de Los Barrios y es ejemplo de cómo se puede sujetar un encuentro festivo sin más esfuerzo que la voluntad de la gente que quiere acudir. En los Montes de Luna se esconde el secreto que ha llevado a esta tierra que hasta hace poco se estudiaba en la ESO como un lugar llamado León a sobrevivir a atentados de lesa humanidad. Desde fuera, los luniegos sorprenden por su capacidad para superar la tragedia, víctimas que fueron y son de una de las siete plagas que Franco y Felipe enviaron para destruir la provincia, que no bastó para acabar con la esencia identitaria de un lugar aterciopelado de sabinares y fósiles paleozoicos y el sentido común de las gentes que miran hacia el mañana sin olvidar el pasado; sin perdonarlo.

Lo del Luna iguala en el mismo atrio a la ciencia y a la sapiencia, a los hijos que echó la necesidad y el valle ahogado y que devuelven a la tierra la ilustración que ganaron en universidades donde ahora tienen cátedra y fuente de saber y a los lugareños que decidieron permanecer para postergar el mundo que heredaron del inicio de los tiempos, lejos del desastre en el que dio la burbuja inmobiliaria y la prima de riesgo. Se codean zagales y eminencias, la teoría y la práctica. Allá va Rodríguez Pascual, que exporta la biblia de la trashumancia a Nueva Zelanda, y vienen diplomáticos de las Antípodas a tomar nota de cómo los pastores del Luna moldean paraísos con rebaños.

El Luna auténtico, ese que se enterró bajo una lápida de trescientos metros cúbicos de agua y el ajeno a la postal con el paredón de la presa de fondo, es suficiente motivo para atraer a miles de leoneses que convierten Los Barrios en una romería de esperanza; para que no caduque una forma de vida y el ecosistema no claudique en las ventanillas de la Avenida Peregrinos; y la voracidad del ansia y las prisas no desemboquen en otro descarrilamiento en la montaña. Una fiesta leonesa cien por cien que alumbra futuro; de momento, no va nadie de la Junta.

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