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León

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En su comparecencia como flamante consejera de Cultura, Alicia García resolvió su proyecto para el Musac con un sucinto «internacionalización y promoción exterior». Vamos, de perogrullo. Decir eso es como afirmar que el plan para Atapuerca es encontrar Excálibur, el sílex que apareció hace más de diez años en la sima de los huesos. El Musac se consolidó como un museo internacional casi desde su inauguración. Emergencias fue la declaración de intenciones del camino que a partir de entonces seguiría el museo. Y no era uno, sino muchos, tantos como los que describe el cuento de Borges que titulaba una de las obras de Una partitura del tiempo, la muestra de PierreHuyghe. Incontables. El Musac ha demostrado en pocos años que todo es posible, que no hace falta ser Madrid o Barcelona para estar en la vorágine del arte contemporáneo, que en la periferia, a través de caminos secundarios, también se puede atraer a los grandes. Y nadie daba un duro por ello. En realidad, la apuesta del por entonces consejero Villanueva fue valiente porque cuando el proyecto echó a andar apenas se sabía cómo se llenaría el contenedor ideado por Tuñón y Mansilla. Desde entonces, los leoneses han tenido la oportunidad de conocer a los protagonistas de la creación artística actual, con exhibiciones que después pudieron verse en museos de referencia mundial, como la Tate Modern.

Rafael Doctor y Agustín Pérez Rubio trajeron hasta León a artistas como PipilottiRist, como CerithWyn Evans, como DaveMuller o ShirinNeshat. Hasta la ciudad llegaron arquitectos de toda España atraídos por la proyección arquitectónica del equipo integrado por KazuyoSejima y RyueNishizawa, coleccionistas que querían admirar a los artistas representados por la poderosa BarbaraGladstone, directores, comisarios y grandes mecenas, como Patricia Phelps de Cisneros. Desde Eras de Renueva se podía llegar al resto del mundo y ahora todo eso puede acabarse. Es lo que tiene la crisis, que se come los gastos superfluos y para muchos la cultura lo es. Sin embargo, ya ven, el fallecido Richard Hamilton, reconocía que el arte era, ante todo, un buen negocio. El Musac no tiene nada que probar, pero tendrá que demostrar que la frase del padre del pop art es real, que la creación cultural genera más de lo que cuesta. La internacionalización del Musac ya es un hecho. De lo que se trata ahora es de no desandar el camino. Ese es el reto para los próximos años, señora consejera.

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