Los cinco grandes

Seguimos teniendo quien nos escriba cartas y más cartas pidiendo dinero fiado. A nosotros nos da vergüenza y de eso andamos aún peor que de solvencia. La Defensora del Pueblo en funciones ha pedido que sea considerado delito el despilfarro público. Propone que se castigue en el Código Penal porqué escandaliza a los ciudadanos, incluidos los que están acostumbrados a los escándalos. Lástima que esta improbable ley no tenga efectos retroactivos y se le pidan cuentas no solo a los que edificaron puentes por donde no pasaba ningún río, sino a los que hicieron aeropuertos donde lo único que volaban eran las calandrias, damas altas, y las más madrugadoras alondras. El dinero que hemos tirado no siempre se ha perdido: otros correligionarios se encargaron de recogerlo y, lo que es más meritorio, de repartirlo. La gran estafa nacional ha hecho florecer la virtud de la solidaridad, pero en este cochambroso momento histórico se recomienda no volver atrás. Lo pasado, pasado. Aunque no se acabe de pasar.

Los cinco grandes bancos centrales darán liquidez a las entidades europeas que estén en apuros, que son todas. Hay más náufragos que salvavidas, pero la Reserva Federal no puede permitir que se ahoguen sus acreedores. Japón, Reino Unido y Suiza no pueden consentir el colapso de las finanzas europeas. Bienvenidos sean nuestros salvadores. El desastre tiene muchos seguidores y en Estados Unidos ha arrancado el mes de la herencia hispánica. Ínclitas razas paupérrimas.

Los llamados ricos están dispuestos en España a sacrificar cualquier cosa menos su dinero. Hasta aquí podían llegar. Además andamos atareados en otras cosas, como cambiar los uniformes de la Guardia Civil por diversas tonalidades del verde y lograr la cuadratura del tricornio o bien prometiendo bajar hasta diez puntos a las empresas que reviertan sus beneficios. Mientras nos lleguen los últimos auxilios, en forma de dólares, los pacientes sobrevivirán. Nadie se muere el día antes.