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Publicado por
CAMINO GALLEGO
León

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Cuando llevas un tiempo lejos puedes sorprenderte al regreso. Por eso quiero recordar aquí algunas de esas cosas que me han llamado la atención al volver a León.

Reconforta ver otra vez Papalaguinda como siempre debió estar, sin parque-parche que me gustaría saber cuánto costó la instalación a las maltrechas arcas municipales.

Es agradable ver que algunos jardines tienen el aspecto de cuando se hicieron. Me refiero al jardín de delante de Correos, que en los últimos años ha sido una de las mayores vergüenzas verdes de la capital, que ahora por fin está limpio, cuidado y con hierba en vez de tierra en los parterres.

Me alegra que el avión de la glorieta de Martín Granizo tenga todas sus luces (4), como cuando se colocó.

Se están arreglando muchas fachadas del centro, especialmente en los chaflanes, lo que contribuye a embellecer la ciudad a cuenta de sus propietarios. Por eso deben desde Poridad no tener la más mínima tolerancia con quienes manchen y ensucien las fachadas. He podido comprobar, una vez más, que en ningún pueblo o ciudad española hay tantas pintadas en las fachadas de cualquier barrio céntrico o periférico como aquí. Sé que el Ayuntamiento está limpiándolas así que mano durísima con quien ensucie con dibujos o papeles las paredes y el mobiliario urbano.

Me ha llamado mucho la atención el deseo municipal de hacer accesibles los espectáculos. Me parece un gran acierto que por fin el templete de música en la Condesa se utilice para lo que fue creado. Ante la inutilidad del lugar, que lleva muchos años sin acoger concierto de banda alguna, un grupo de muchachos lo tiene copado para ensayar sus coreografías de break dance , porque desde que se arregló el suelo es estupendo para poder girar a toda velocidad cabeza abajo o en alguna de sus imposibles cabriolas. Pues bien, aunque eso sea música, el quiosco es para las bandas y así aplaudo los conciertos dominicales.

Pero ese afán musical de la Condesa no me parece tan adecuado para San Marcelo, donde el otro día comprobé como unos jóvenes músicos se esforzaban por mostrar su arte a un nutrido grupo de espectadores, a los que no llegaban las notas en las mejores condiciones, dado el viento que había, la gente que no estaba sentada pero sí cerca y hablaba, y lo coches que pasaban al lado. La música clásica o de cámara no está hecha para las calles.

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