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Publicado por
manuel alcántara
León

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La absurda y confortable virtud teologal que llamamos fe no atraviesa sus mejores momentos. Consiste en creer en lo que no vemos, pero no para ahí la cosa: todo hace suponer que también hay que tener una cierta seguridad en ver lo que no vemos nunca, entre otras cosas, la recuperación económica de España. Según el Fondo Monetario Internacional, el FMI para los íntimos, lo nuestro va para rato. Se han rebajado los cálculos y el crecimiento es la mitad del que estimaba el Gobierno. Dicho en otras palabras, al circo que han puesto nuestros políticos, cada uno con su carpa, le han crecido los enanos.

¿Qué es un año en la vida del Señor?, se preguntan los teólogos católicos, que tienen calendarios particulares. Santa Teresa de Jesús, que me conforta con su sintaxis, tanto como algunos místicos sufíes, buscó respuestas importantes. Se cuenta que sus monjas la sorprendieron bordando un bastidor: —Cosas son estas para entretener la espera, dijo.

Las previsiones de paro, por el contrario, no admiten la espera y eso de decirnos que el crecimiento es la mitad de lo que se estimaba tiene una traducción inmediata: más miseria para mucha gente, que también es hija de Dios, aunque no estén convencidos de su existencia y le llamen así a un techo de sus posibilidades humanas de conocimiento.

La esperanza, que también es una virtud teologal, a pesar de sus continuas estafas, nos venía permitiendo creer que es posible todo lo deseable, pero su inmenso crédito se ha agotado. Shakespeare la llamó «engañosa», pero ya no engaña a nadie. Entre todo la matamos y ella sola se murió. Habrá que aplazar las soluciones para después. Es mi insignificante caso, para cuando haya adquirido la categoría de antepasado. Entonces las cosas me importarán menos, por mucha importancia que tengan.

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