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León

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A lgunos echan de menos la antigua URSS y el inestable equilibrio entre Moscú y Washington. Incluso en la actual Rusia algunos echan de menos el comunismo, porque entre Putin y Mevdevev, con el concurso activo de unos cuantos ladrones de cuello blanco, hay muchos ciudadanos que no ven ni en los anuncios lo que significan la prosperidad y la libertad.

Con esta crisis, nos jugamos la universalización de la pobreza y en ello parecen empeñados tantos los viejos roqueros de la dictadura del proletariado como los ardientes defensores de la libre acción de los mercados. Con un Gobierno de izquierdas en España, hay más parados que nunca, más pobres que nunca y, lo que es verdaderamente más grave, ricos más ricos que nunca. Por eso es una desfachatez hablar de impuestos sobre el patrimonio para que paguen los ricos, cuando los ricos no sólo no han pagado nunca el patrimonio y los banqueros, no los bancarios, nunca han sido mejor tratados por Gobiernos que no solo no han castigado el fraude ya los fraudulentos -a muchos les habían puesto ellos mismos- sino que han inyectado dinero sin fin de los ciudadanos en las arcas de los bancos para que estos salvaran la piel.

Dicho eso, si derrocamos el capitalismo como proponen Cayo Lara o Toxo, mientras Méndez juega al sindicalismo de salón, ¿será para volver al comunismo? Se acaba de presentar un excelente libro de Jesús López Medel y Rafael Mañueco, Gorbachov, ocaso y caída del imperio rojo que analiza el desmoronamiento del comunismo en la vieja Unión Soviética. En la presentación, Antonio Gutiérrez, ex secretario general de Comisiones Obreras, hizo una profunda autocrítica de un régimen tiránico que negaba la libertad, un sistema perverso que oprimió durante decenios a millones de personas y acabó con la vida también de muchos millones de ciudadanos. Dijo Antonio Gutiérrez que, contra lo que pensó alguna vez, «octubre del 17 no fue una revolución sino un golpe de Estado. La verdadera revolución fue la que acabó con las dictaduras y enfiló, de alguna forma, hacia la democracia». Pero, ¿quién pide perdón por tanto daño causado a tantos? Fascismo y comunismo son dos formas de totalitarismo que niegan la libertad como algo perverso en sí mismo.

La vieja URSS estalló porque no había ninguna opción de maquillar el comunismo y porque no había valores ni principios para sostener el sistema ¿Puede estallar ahora Europa si sólo se maquillan los problemas para no afrontarlos? Los individualismos, la falta de valores y la negativa a avanzar hacia la unión política puede acabar con Europa. Si eso sucede, socializaremos la pobreza y volveremos cien años atrás. El comunismo era y es eso: el poder de unos pocos tiranos oprimiendo al pueblo.

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