AQUÍ Y AHORA
Tras el partido
No me refiero al monótono enfrentamiento de nuestros dos equipos políticos, sino al que han sostenido en el Sáhara Occidental los jugadores del conjunto local de Dajla y los de Mohammedia. Los saharauis y los marroquíes mostraron su disconformidad con el marcador y se desencadenaron los disturbios, expresión que supone que siempre deben estar encadenados. Hubo siete muertos en Dajla, antigua Villa Cisneros, bautizada así en homenaje al terrible cardenal español que supuso, no sin razón, que sus poderes estaban justamente donde terminaba el alcance de sus cañones y siempre estuvo presto a dispararlos.
Nuestra política internacional sigue siendo amateurs. Las fronteras, que en opinión de los más avezados historiadores son «las cicatrices de la Historia», tardan mucho en sanar. Los países occidentales le han venido llamando «protectorados» a las comarcas que únicamente protegían a la metrópolis. Grandes patriotas expusieron su vida lejos de su patria invadiendo las patrias de sus vecinos. ¿Cuántos nativos man alistado como hinchas de uno u otro equipo. Eso de golpear hábil y solidariamente un balón se convierte en ocasiones en un símbolo y la portería contraria, rectangular, se transforma en el Arco de la Victoria de los ganadores. No deberíamos jugar con las cosas cuya esencia primaria y sin duda infantil consiste en el juego. Lo llevamos dentro todos, o casi todos, pero es peligroso asomarlo al exterior. A mí, por poner el ejemplo insignificante que tengo más a mano, el fútbol me salva de no tener que hablar todos los días de Rajoy, de Zapatero, de Rubalcaba, ni de otros genios. Todos se llevan a matar, pero por ahora no hay muertos entre nosotros.