Diario de León
Publicado por
MANUEL ALCÁNTARA
León

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Los romanos que aspiraban a alguna dignidad o a algún cargo público vestían una túnica blanca, para simbolizar que no eran ningunos pringados. También hubo muchas simulaciones y diversos engaños por aquel entonces, ya que la naturaleza humana tarda más en cambiar que el perfil de algunas cordilleras, pero ahora lo que ocurre es que faltan tintorerías. Nuestros candidatos se presentan con grandes lamparones en sus túnicas blancas y tendremos que escoger, no solo al menos malo, sino al menos peor. ¿Dónde está la gente inmaculada que crea que el poder debe ser siempre «anexo de la ejemplaridad» o al menos una modesta sucursal? El señor Rajoy confía pacientemente en el desgaste de sus adversarios políticos, y lo único que hacen es frotarse las manos, y el señor Rubalcaba libra un combate a diez asaltos con el llamado «aparato del PSOE», que ya no funciona, para cerrar listas.

Hacen falta más ingenuos o más aprovechados para cerrar listas.

No ven claro su porvenir, que era muy prometedor cuando era un por llegar. Entonces se produjo un gran tumulto. El que más y el que menos se proclamaba sobrino predilecto de Pablo Iglesias, antes de que lo corrieran a gorrazos. Ahora dicen los que saben de esos sombríos intríngulis que la lucha está entablada entre los antiguos dirigentes y el encargado de dirigir. No sé. Pero sé que ni de coña, se puede encontrar una cuña peor que la de la misma madera.

El grito de «¡Cuerpo a tierra, que vienen los nuestros!», es alternamente vigente. Se le atribuye a Napoleón, que era un loco que se creía que era Napoleón, porque además lo era, una frase de dudoso buen gusto. No quedan testigos, pero se asegura que dijo, quizá en un momento de depresión, que «la política es una casa de putas en la que las pupilas son bastante feas». Quienes opten a ser candidatos en este momento no son los que hubiéramos elegido si se presentaran otros. Llega un momento en el que hay que conformarse con lo que no se tiene.

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