HISTORIAS DEL REINO
Leoneses por el mundo: Cantaderas
Que vienen los moros! Gritaban cada año las mujeres de Yilliqiyya, o, lo que es lo mismo, del Reino de León. Porque esos truhanes que las gobernaban, con tal de no enfrentarse al poder, las regalaban a los hijos de Mahoma siguiendo un tributo antiguo que se aplicaba a sus hijas. A lo largo y ancho del Camino de Santiago se conserva recuerdo de esta costumbre legendaria, especialmente arraigada en Carrión de los Condes y en León, que se celebra todavía bajo el nombre de Cantaderas.
Cada año, según pactaron los asturianos y heredamos nosotros, cien rapazas entre nobles y plebeyas partían hacia Córdoba para gozo y disfrute de los musulmanes nacionales y extranjeros. Cien chavalas jóvenes, que, acompañadas por la sotadera que les iba entrenando en esto de captar la atención de sus nuevos amos y satisfacerles llegado el caso, caminaban directas al mercado de esclavos o, en el mejor de los casos, al harén de algún alto dignatario.
Afirman las crónicas árabes hispanas que el emir de Córdoba Muhammad, allá por la primera mitad del siglo IX, se enamoró locamente de una rubia leonesa, buena cantante además. La moza había sido remitida desde estas tierras y arribó rumbosa, animosa o inteligentemente predispuesta a sentar sus reales si no en el trono, sí sobre las rodillas del príncipe omeya. Éste, arrullado por su dulce voz, decidió enviarla a La Meca, para que aprendiera a hacer gorgoritos con los mejores cantantes de su tiempo y, de paso, se cultivara. Cuando regresó, cosmopolita e igual de mona, todos cayeron prendados de sus encantos y se dice que su precio en monedas de oro, 50.000, superaba el de un buen señorío, porque la leonesa, cuando vale, es que vale de verdad, y no las acciones en bolsa.
Continúan las crónicas andalusíes su relato afirmando que la chica formaba parte de la remesa de mujeres «del tributo» y que éstas se destinaban a dos fines: copulativos y de servicio. Y si de nuestro Alfonso IX, el rey de las Cortes de 1188, se dice que repobló España con su vigor masculino, de las súbditas de siglos atrás bien puede afirmarse que dejaron hijos por medio mundo, aunque, como en tantos otros casos de la injusta historia, nadie recuerde sus nombres.
Rememoran las historias andalusíes que las mujeres al norte del Duero, nuestras antepasadas, gustaban hasta a los chinos, pues un mercader de Cádiz, célebre en Al-Andalus por sus tratos con estos orientales, se las llevaba al otro extremo del orbe donde eran todavía más cotizadas. Quién sabe si sangre leonesa no corre por las venas de algún mandatario de aquellos lares de la República Popular. Recuérdenlo para las próximas Cantaderas. Tal vez, en honor a la costumbre, bien pudiéramos enviar a tierras lejanas a algún polític@ de casa. A conocer mundo, ya saben: tributo antiguo.