CUARTO CRECIENTE
Meteoros
Así comienza un poema que da título a una antología que resume toda una vida dedicada a la poesía; la de Antonio Pereira. «El pudor era un meteoro. El pudor era un meteoro, como la lluvia y el viento. El pudor era un meteoro, como la lluvia y el viento y el fuego de santelmo. El pudor era un meteoro, como la lluvia y el viento y el fuego de santelmo y la nieve y el rayo».
Yo borro aquí la nieve y el rayo. Borro la lluvia y el viento. Y me quedo con el pudor y con el fuego de San Telmo.
El fuego de San Telmo, dicen las enciclopedias, es un meteoro. Una corona luminiscente que aparece cuando el aire se carga de iones. Y toma su nombre del patrón de los marineros, que en la antigüedad, creían que era de mal agüero descubrir sus luminiscencias en el mástil de los barcos cada vez que navegaban envueltos en una tormenta eléctrica.
Un meteoro, también lo dicen las enciclopedias, es la estela incandescente que dejan atrás los meteroides cuando atraviesan la atmósfera.
Habrá que explicar, claro, que un meteroide es un conjunto de partículas de polvo, hielo y rocas que permanecen en el espacio después del paso de un cometa.
No les explicaré, sin embargo, lo que es un cometa. Ni una tormenta eléctrica. Estamos metidos dentro de ella. Y todos sabemos lo que significa la palabra pudor. Nuestra clase política, por el contrario, lo desconoce. Habría que recordarles que el pudor es lo que impide subirse el sueldo en medio de una crisis. El pudor es lo que impide subirse el sueldo en medio de una crisis y cobrar comisiones. El pudor es lo que impide subirse el sueldo en medio de una crisis y cobrar comisiones y pasar por las instituciones como cometas incandescentes, tejiendo redes clientelares y dejando luminiscencias en el mar. El pudor, al fin y al cabo, es lo que impide atravesar la línea roja de la deshonestidad, tan delgada para algunos. Y traicionar la confianza de los electores. Pensar que el voto es una patente de corso. Y prometer lo que no se va a poder cumplir. Y gastar más de lo que se tiene, ya lo arreglará el siguiente. Y mentir deliberadamente.
La falta de pudor, por lo demás, es actuar con la idea de que todo eso va a durar para siempre. Que las luminiscencias en el mar no delantan a nadie. Y el pudor, dice Pereira, es impredecible más que todos los meteoros juntos.