Diario de León

TRIBUNA

ETA, ¿hechos o palabras?

Publicado por
José Luis Gavilanes Laso. Escritor
León

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Ahora que se abre un nuevo envite electoral, los voceros y trompeteros de la parte más furibunda de la derecha española arrecian en sus fanfarrias que ETA está más fuerte que nunca, porque ha entrado en las instituciones públicas a través de una coalición de partidos de la izquierda aberzale (Bildu). Como se sabe, esta coalición presentó candidaturas a las últimas elecciones municipales y autonómicas de mayo del 2011 en el País Vasco, Navarra y el condado de Treviño, tras recibir el visto bueno del Tribunal Constitucional que revocó una prohibición anterior del Tribunal Supremo.

Es paradójica esta afirmación de fortaleza que le atribuye el ala más derecha de la derecha española, porque siempre se creyó razonable que cuando más fuerte estaba ETA era cuando asesinaba, destruía, chantajeaba o extorsionaba.

Y si ha de ser así, tal y como esa facción proclama a bombo y platillo, que la fortaleza de una banda criminal conlleva más el silencio que la puesta en fuego de sus armas, no hay inconveniente en aceptarlo. Como, por fortuna, hace tiempo que los salvajes crímenes de ETA brillan, nunca mejor dicho, por su ausencia, parece molestar a los izquierdófobos que este hecho haya coincidido con la etapa de un gobierno socialista presidido por Zapatero, que alguna responsabilidad habrá tenido en ello, digo yo, y si hay que quitársela, pues es igual, los hechos siempre son tozudos. Y si tenemos en cuenta que, según esta facción, la subida al poder de ZP en su primera legislatura se debió merced a un atentado criminal atribuido por ella a ETA, cuya inculpación fue desestimada por los tribunales de justicia, no extraña su malestar.

La derecha más recalcitrante nunca ha tolerado que fuese un partido de izquierda en el Gobierno de la nación el que zanjara la pesadilla del terrorismo, por ser precisamente ella la que más ha salido a la calle en favor de sus víctimas. Dada la grave situación económica, político y social actual, quien gobierne después del 20-N, si la renuncia a las armas y la disolución de ETA se confirma verdaderamente, va a tener una de las pocas, sino la única, de sus alegrías.

Pero no nos llamemos a engaño, la ejecutiva de la banda podrá optar por el alto el fuego definitivo, pero no va a dar el paso de entregar sus pistolas ni capuchas, se irá retirando paulatinamente, difuminándose para eludir la visualización humillante de su derrota política y policial.

Por otra parte, para Rajoy, máximo dirigente de los populares, no hay ninguna otra salida sino que ETA anuncie mediante comunicado el abandono de las armas y su disolución como banda armada. No obstante, desde un punto de vista pragmático, es siempre preferible una ETA que no las utilice, aunque permanezca callada.

Porque, puestos a escoger, entre las palabras y los hechos, prefiero estos últimos. Por los hechos llegamos directamente al conocimiento de las cosas; y las palabras, además de ser voluble capricho de los vientos, sirven en múltiples casos, como decía Voltaire, para eludir o enmascarar la verdad.; y, de acuerdo con Saramago, nunca se ha mentido tanto como en la época que nos ha tocado existir.

Llamémosla «banda terrorista», «organización criminal» o «agrupación independentista», ETA ha sido un conglomerado de distintas tendencias y siempre, a lo largo de su tenebrosa y sangrienta historia, han gravitado en su seno fuerzas no avenidas a una común resolución. Como nada garantiza que, anunciado el abandono de las armas, no se cometan a posteriori asesinatos, chantajes o extorsiones por quienes permanezcan impenitentes fuera de consenso, es preferible el valor de los hechos al de las palabras; incluidos los comunicados de ETA, que no son ya más que flatus vocis de una opción armada que ha perdido el timón del mundo independentista vasco, simple paripé de que todavía existe como fuerza unitaria y coercitiva. Convenimos todos en que lo mejor serían las palabras unidas a los hechos; pero, puestos a tener que escoger y siendo prácticos, es preferible, insisto, el mutismo de las armas sin su consenso verbal.

Consecuente y a la vez paradójicamente, con la potencial desactivación terrorista de los etarras, el gobierno del PP de la comunidad de Castilla y León ha retirado los escoltas a los políticos, para recortar más el gasto (perdón, el ajuste) de una crisis tan galopante y excavadora que está exponiendo a cielo abierto hasta las más absurdas paradojas. ¿En qué quedamos? ¿ETA está más débil o más fuerte? ¿Desde cuándo la fortaleza de las cosas radica en su debilidad? ¿Y si ETA está más fuerte que nunca, por qué se priva de protección a las personas con riesgo de ser asesinadas? ¿Preferimos acaso que ETA siga apretando el gatillo, colocando bombas lapa, cobrando el impuesto revolucionario o quemando cajeros y autobuses urbanos hasta que nos llegue el turno para gobernar y cubrirnos de gloria,? ¿Verdad que no? Aun en el caso de que comunique su disolución y abandono de las armas, ETA está tan mermada y descompuesta, según los expertos, que quien hable en su nombre ya no puede asegurar lo que diga con total garantía de cumplimiento.

A lo que se ve, la extrema derecha española repudia cualquiera de las vías terminales que no sea la genuflexión, disolución, incluso evaporación de toda fuerza patriótica (perdón, nacionalista) armada o desarmada en pro de un País Vasco de algún modo fuera del Estado español.

Pero lo cierto es que Bildu, fuerza política pacífica que con mayor ímpetu extremista aglutina la tendencia independentista vasca, obtuvo 313.231 votos en las elecciones municipales y muchos de ellos obtenidos sin duda por ese giro copernicano de renuncia total a la violencia.

¿Qué quieren los más montaraces del PP, negar también a los «bilduinos» el pan y la sal de su legítimo derecho a votar en elecciones democráticas? ¿Qué hacer entonces con todo ese contingente humano? ¿Lo borramos de un plumazo de las listas como individuos fuera de la ley? ¿O nos mordemos la lengua y aceptamos que tienen todo el derecho del mundo a no aceptarnos como compatriotas suyos, aunque tal lamentable equivocación nos duela en el alma y en el corazón?

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