RÍO ARRIBA
León misterioso
Es un placer pasear estos días soleados por la plaza de toros y visitar los ochenta y dos stands que integran la Feria de Productos de León, sobre todo si se hace con calma y tienes la oportunidad de mostrársela a un amigo que viene a disfrutar con su familia de nuestra tierra. Resulta gozoso admirar la riqueza agroalimentaria de la que puede hacer gala la provincia, con productos admirablemente presentados (con alguna pequeña excepción deshonrosa) y gastronómicamente tentadores. Se ve a la gente radiante y orgullosa, aunque una amiga se queja de que «algunos vienen con la intención de pasar el rato y llenar la tripa gratis», aludiendo a esa costumbre inveterada de muchos leoneses por apuntarse masivamente a cualquier acto donde se repartan viandas a costa del erario público.
Pero zampabollos y oportunistas al margen, lo cierto es que la oferta de esta feria no tiene nada que envidiar a la de cualquier otro lugar y lo que resulta misterioso, y asombroso, es comprobar que muchos de nuestros productos continúan sin ser lo suficientemente conocidos fuera de León.
Porque, vamos a ver, ¿alguien conserva alguna duda acerca de que los pimientos del Bierzo son mucho más sabrosos y delicados que esos otros, más populares, del piquillo? ¿O que la morcilla de Burgos, tan conocida, está a años luz de, por ejemplo, la que se saborea en Babia? Y hablando de Babia, ¿se imaginan ustedes hasta qué punto hubiesen rentabilizado otros países la expresión universal «estar en Babia»? ¿Qué réditos turísticos no hubiesen explotado hasta el delirio franceses y alemanes si la frase acuñada fuese «estar en Bretaña, o estar en Alsacia»? Inimaginables, no lo duden. Mientras que aquí lo único que se nos ocurrió fue diluirla en una cosa llamada Cuatro Valles, cuyos nombres, seguramente, habrá más de un leonés que ni siquiera conozca.
¿Qué se deduce de todo esto? Pues que somos demasiado herméticos, ineficientes o candorosos, y que nos cuesta vender nuestra propia imagen. Vamos, que nos quedan todavía bastantes pasos que dar por ahí fuera.
Pero eso, que puede sonar como siempre a lamento típicamente leonés, hay que tomarlo con ambición, es decir, como una oportunidad para recuperar el tiempo y los paraísos perdidos.