Diario de León

TRIBUNA

Caminando con Pérez Ruiz

Publicado por
Jorge Mateos Álvarez. PORTAVOZ DEL PSOE EN EL AYUNTAMIENTO DE VALENCIA DE DON JUAN
León

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Aunque el frío empezaba a ganar la partida al prolongado verano que hemos tenido, el pasado 7 de octubre la Casa de la Cultura de Valencia de Don Juan desprendía el calor humano de quienes acompañamos a Alberto Pérez Ruiz en la presentación de su libro Recuerdos y reflexiones de un caminante . Estábamos en el edificio que él inauguró en abril de 1983 y que ha cobijado la mayor parte de las actividades de ocio y cultura en nuestra localidad desde entonces, lo que fue uno de los aciertos estratégicos de Alberto como alcalde. Los otros tres: municipalizar el polideportivo, construir un pabellón de deportes y un frontón cubierto y, sin duda el más importante y que menos se ha reconocido, la puesta en marcha del Polígono Industrial El Tesoro.

Sin estas infraestructuras nuestro pueblo no sería lo que hoy es: un atractivo destino para el turismo veraniego y un referente industrial con empresas de la dimensión de Ceranor, Los Blancos o Garnica, y muchas otras, más pequeñas pero no menos importantes, que sacaron del casco urbano sus negocios. O lo que es lo mismo: Alberto hizo bastante más por Valencia de Don Juan de lo que se le ha reconocido.

E hizo lo más difícil: empezar de cero cubriendo las necesidades más básicas de los ciudadanos al tiempo que iba sentando las bases del crecimiento futuro. Y lo hizo sin llenar de placas las plazas como ha hecho su sucesor, Juan Martínez Majo, haciendo gala de una vanidad que supera con creces la de aquel ominoso, caciquil y de infausto recuerdo alcalde de la dictadura, el franquista Ángel Penas Goas.

Si positivo es el balance que objetivamente hay que hacer de la etapa de alcalde de Alberto, no lo es menos como Presidente de la Diputación, cargo que ejerció durante 7 años asistiendo a los municipios pequeños, que, en una provincia tan grande como la nuestra, carecían de casi todo: muchos de ellos de luz, teléfono, red de alcantarillado, acceso rodado por carretera... Y ahí es donde nos encontramos con el Alberto infatigable, el que recorre la provincia de cabo a rabo, el que aprovecha los domingos para saborearla con su familia y empaparse de las gentes que habitan las extensas y diversas comarcas leonesas.

Además de atender las pequeñas reivindicaciones de cada aldea nos encontramos nuevamente con Alberto y su visión de futuro. Adquirió Pallarés, que hoy alberga el Museo de León; buscó una solución para los habitantes de Riaño cuando el cierre del pantano era inevitable y hoy se están modernizando los regadíos del sur de la provincia, y apostó por el Aeropuerto como una infraestructura más para el desarrollo que hoy es una moderna terminal habilitada para operar internacionalmente.

Curiosamente, estos tres aciertos han sido reconocidos por la vía de los hechos por el actual Presidente del Gobierno, por aquel entonces encuadrado en distinta facción del partido. Es verdad que Alberto y Zapatero no se entendían en muchos aspectos, sobre todo formales, que son esenciales para medir la calidad de la democracia, y tuvieron sus profundas divergencias. Y es verdad que Alberto las cuenta en esta obra que hoy suscita esta tribuna. Y le honra a Alberto que lo cuente sin revisar el pasado por llegar donde ha llegado José Luis y no se apunte ahora a un cómodo: «Yo era amigo del Presidente».

En buena hora decidió Alberto emprender el Camino de Santiago, ya que ha sido el pretexto perfecto para recordar su trayectoria vital desde su Logroño natal hasta León, y plasmarla en esta obra cuya lectura les recomiendo encarecidamente. Sus memorias no son un libro de historia, pero sí dejan constancia de muchos fragmentos de la pequeña historia: la de los pueblos y sus habitantes. Y a esta historia Alberto, con su vocación de acción colectiva, ha contribuido sensiblemente engrandeciéndola allá por donde ha pasado.

Alberto, el párroco. Alberto, el político. Y Alberto, el docente. Son los tres proyectos de vida que más le han ocupado y preocupado. Y siempre que las circunstancias se lo han permitido los ha desarrollado en el medio rural, entorno por el que ya apostaba como maestro en los años 70, abogando por lo siguiente: si en vez de mandar a vuestros hijos a la ciudad o abocarlos a un futuro sin mañana en su tierra los formamos en su entorno, lo que tendrá un porvenir mejor son los pueblos y sus habitantes.

Vivimos en un incierto presente que nos hace desconfiar profundamente de los tiempos que vienen. Por ello debemos recurrir al fallecido historiador británico, uno de los pensadores socialdemócratas de referencia, Tony Judt, que en su libro Algo va mal apuesta porque los progresistas nos olvidemos de crear nuevas utopías y nos anima a recordar los logros del bienestar en el pasado reciente; pasado que está mejor iluminado que cualquier futuro.

Por eso tienen sentido estas memorias de Alberto, que sigue adelante con su ejemplar tránsito por la vida —hasta el punto de plantear su libro como una rendición retrospectiva de cuentas a los ciudadanos que a través de las instituciones depositaron en él su confianza—, y que ahora nos alumbran a quienes tenemos que desempeñar ahora tareas similares a las que le tocaron.

Alberto: ahora que el Estado del bienestar que ayudaste modestamente a construir desde los gobiernos locales parece estar en tela de juicio, y aunque salgamos vencidos de esta batalla que en poco tiempo los progresistas libraremos, sigamos caminando, como aquel hidalgo derrotado en la playa de Barcino, y, por decirlo con León Felipe, ponme a la grupa contigo, / caballero del honor, / ponme a la grupa contigo, / y llévame a ser contigo / pastor.

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