TRIBUNA
Democracias bancarias
En aquellos tiempos, los usureros, los banqueros y técnicos de las finanzas, habían aprendido a simular democracias políticas para que los ciudadanos vivieran tranquilos. Mientras había trabajo y un sistema social que amparaba y recogía a los miserables, no había graves problemas.
Todo cambió con el derrumbe financiero de ciertos bancos y de algunos estados, entonces el pueblo llano entendió que les subían los impuestos, que caían sus derechos, que se les cerraban las puertas, les echaban a la calle a mendigar y que ya tener un trabajo era un privilegio. Incluso alguno que iba de sabiondo financiero, aunque tal vez no lo fuera, produjo un escándalo internacional cuando salió en un poderoso canal de televisión británico, la BBC, para decir que un gran grupo financiero, Goldman Sachs, dominaba el mundo.
Verdadero o no, la gente lo creía, porque lo parecía, y si no era ese entramado de dólares e inversiones, serían otros. Lo veían muy claramente los españoles, cuando el gobierno que socialista se decía financiaba sin cesar a los bancos mientras bajaban las pensiones, congelaba los sueldos y hasta, antes de volver a ponerlo, habían quitado el impuesto sobre el patrimonio de los más ricos.
En el reino hispánico lo entendieron demasiado bien cuando incluso el Gobernador del Banco de España habló públicamente del escándalo de algunos administradores de un grupo financiero, CAM, por los sueldos que se llevaban mientras todo se hundía alrededor.
Los beneficios eran privados, pero cuando iban mal los negocios, eran todos los que tenían que pagar. La ex presidenta de aquella caja de ahorros se llevó una pensión vitalicia que equivalía al sueldo de 577 trabajadores que cobraran el salario mínimo interprofesional, pero el presidente anterior se había llevado, como indemnización, lo que ganaban 6.585 trabajadores cada mes, 3’8 millones de euros, y no eran los únicos. ¿Y los directivos de otros bancos?
Ninguno trabajaba tanto como para ganar tales sumas, ni aunque intensísimamente pasaran en dura labor día y noche, sin descansar ni un minuto, pues como mucho, podrían hacer lo que cuatro o cinco trabajadores. Ciertos sueldos son sumas injusticias o, como bien decía Marx, un robo legal, ya que para cobrarlos, escatiman la porción de muchos obreros, lo que debieran recibir, su porción, que se llevan los peces gordos. Clara injusticia.
Aquella sociedad estaba llena de suciedad y se había podrido hacía mucho tiempo, pero sólo entonces se dieron cuenta. Comenzaron las protestas y hablaron de democracia real, porque la única democracia que había era la de los números en las cuentas bancarias, sin mirar el país, el color o la religión.
La comunidad financiera internacional vivía un sistema paritario en lo económico. La Comunidad Europea, presionada por sus pueblos, antes abotargados, intentó reaccionar cobrando la ridícula cantidad de un 0’01 de las grandes transacciones financieras, aquellas que tumban países, especulando con las bolsas de un lugar u otro. Pero la crisis creció y estallaron las revueltas.
Se lo habían ganado. Era necesario cambiar el sistema. Las leyes tenían que servir a la mayoría, y no la mayoría a unas leyes que sólo beneficiaban a unos pocos.