EL RINCÓN
El pacto necesario
Qué difícil resulta aceptar o rechazar la protesta ciudadana en una situación límite. Miras lo que está pasando en Grecia —y lo que está pasando Grecia— y entiendes perfectamente que la gente se tire a la calle y se manifieste y proteste y se sucedan las huelgas generales. Pero miras la realidad de sus cifras, la corrupción generalizada en el tema fiscal en el que ha vivido el país heleno, y comprendes que las medidas durísimas del Gobierno son el único antídoto para el veneno mortal de la bancarrota absoluta. Se enfada la ciudadanía con razón pero su cabreo no hace sino profundizar más el problema. Pues que vaya tomando nota Rajoy porque lo que le espera va a ser muy parecido aunque en el borde aun del precipicio por el que ya se despeña Grecia. Después del penúltimo error de Zapatero —fiar para tan largo las elecciones— la inoperancia de un Gobierno que ni cree en él mismo, tan sólo aplaza y engorda los problemas y reconoce ya, aunque no oficialmente, lo que muchos dijimos en su momento: la reducción del déficit más que un objetivo es un sueño. Habla el PSOE de guadañas y motosierras si el PP gana las elecciones y es posible que sea así; lo que es seguro es que con el demagógico impuesto a los ricos y subiendo el tabaco y el alcohol, lleguemos a ninguna parte. Queda bien decirlo, pero sería ridículo creerlo.
O Rajoy —si gana las elecciones incluso con mayoría absoluta— es capaz de pactar unos mínimos con el PSOE, o lo que está ocurriendo en Madrid ahora es solo un ensayo general de lo que se le avecina. Y sería lamentable —y un grave error— que los socialistas no aceptasen ese hipotético pacto de una cierta paz social hasta ver que la crisis empieza a remontarse. Y sería un error por parte del PSOE porque al PP le quedarán cuatro años de gobierno y no hay forma de mantener en vigor las pancartas callejeras tanto tiempo. En la Educación de Madrid, ya empiezan las divisiones de los sindicatos y a las familias se les está poniendo un gesto cada vez más agrio con tanta huelga. Las procesiones son multitudinarias hasta que llueve un poco y se queda solo el cura y un monaguillo.
La otra pata, el PP, se equivocaría si una mayoría suficiente les permitiera gobernar sin pactos y lo hiciera. Sacar a España de este agujero tiene que ser una tarea colectiva en la que se implique también el PSOE y, si no fuera mucho pedir, unos sindicatos que si no entienden lo que la sociedad demanda en estos momentos duros y se dedican a boicotear por su cuenta, habrán perdido definitivamente un tren les está pasando a demasiada velocidad sin que se enteren: el manido, tópico y repetido hasta la saciedad pero cierto y evidente «tren de la Historia».