Quejicas

Atención… (redoble de tambor). Que no se me enfade nadie, pero es cosa sabida que los leoneses gastamos fama de ser un poco morrongos y bastante cazurros. Eso asegura la mirada imparcial de la sociología, añadiendo que es costumbre del lugar el restringir nuestros berrinches y pataletas al sillón del barbero y la barra del bar. Pues de eso nada, monada, ya que los ciudadanos del antiguo reino fuimos los que mayor número de quejas presentamos al Procurador del Común en el 2010, y algo semejante se espera para este año. Todo un ejemplo de coraje cívico que, ésta es la cuestión, tampoco parece servir de mucho en vista de cómo está el patio: impagados por aquí, hipotecas por allá… Un horror, vamos. En esta vida no basta con tener razón, hace falta que te la den. Y si para ello es necesario seguir ladrando a la luna, o repicando en la puerta del procurador, considerado el desfacedor de entuertos, pues que así sea. Nada de chinarse y ya está, como era el patrón de conducta.

Otros quejicas de campeonato son los indignados contra la apisonadora financiera que nos está laminando. Llevados por la filosofía que recomienda pasar de la indignación a la acción, han salido de nuevo a las calles de León y de otros cientos de ciudades de mundo para dejar constancia de su protesta porque, a golpe de tontería, el Estado del Bienestar se nos ha llenado de grietas. Aquellos chalados del 15-J, calificados con saña por la derecha mediática como perroflautas y gatobandurrias, siguen contando con las simpatías de gran parte de la opinión pública, convencida igualmente de que la democracia actual no funciona ya que el reparto de cargas y sacrificios sólo atiende a la injusta lógica de los mercados. Así que, dicen, ya están hartos de privatizaciones, corruptelas y esas otras cosas que al pueblo llano le tocan… los sentimientos.