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Publicado por
CÉSAR GAVELA
León

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Vuelve la pobreza, vuelven los años sesenta y de momento los jóvenes españoles, los mejor preparados de nuestra historia, tienen que emigrar. Se van y lo hacen con una sonrisa indignada y melancólica. Muchos de ellos no piensan volver: forjarán su vida en Boston o en Goteborg, en Glasgow o en Hamburgo. Se van y nos quedamos aquí los 46 millones, menguando. Porque también se están yendo los extranjeros. Se van inmigrantes y emigrantes; huyen de esta tierra de penurias y pagos.

Volvemos a los sesenta pero con libertades y con las ciudades muy arregladas. Con el mismo miedo a gastar de entonces. Y aunque eso tiene su parte educativa, no es menos cierto que si tal temor continúa cerrarán aún más negocios y veremos de nuevo el espectro de la Ponferrada de hace medio siglo. Aún era la Ciudad del Dólar pero ya le quedaba poco. En realidad eran dos urbes separadas por el Sil y unidas por la Deportiva. La zona alta y vetusta, cerrada sobre sí misma, y la zona baja, con sus almacenes y sus forasteros que iban arraigando.

Aquel mundo remoto no puede regresar, es imposible, pero ya reaparecen austeridades antiguas. Que son la versión actual de aquellas madres que confeccionaban la ropa de todos sus hijos. O de los padres que iban a trabajar en bicicleta a quince kilómetros para ahorrar en autobús.

Nunca olvidaré una imagen de entonces: la del Auxilio Social. Los comedores para personas sin recursos que gestionaba la Falange. Un día, con gran sorpresa de niño, descubrí uno en la calle Antolín López Peláez, esquina con la peatonal que lleva a Lazúrtegui. Era un salón pobre, grande y concurrido. Entre los comensales abundaban los indigentes y las personas mayores y tristes. Unas señoras uniformadas atendían aquella caridad de Franco.

Aún había hambre en aquel tiempo, pero lo terrible es que medio siglo después hay niños mal alimentados en la España de hoy. Y personas que lo pasan muy mal, que no pueden comprar lo imprescindible. Y Cáritas no da abasto, ni los bancos de alimentos. Es la cara B de la gran falacia de una España ejemplo de Europa, qué broma. Es la ruina física y moral de una economía depredadora, regida por delincuentes ambiciosos que se pasaban la vida traicionándose unos a otros. Y que, aunque en horas bajas, nunca irán a pedir limosna.

Hace falta auxilio. Pero no el de Franco, sino el auxilio mental. Para no volver a caer en la locura del endeudamiento, de la banca pirómana, de los lujos de país irresponsable. Presumido y analfabeto. Nada, sin embargo, podremos cambiar sin acercarnos a la cultura. A la sabiduría, el sentimiento y la imaginación. Única senda de felicidad y conciencia que nunca cesa ni defrauda.

Ojalá la Ciudad del Dólar se vaya acercando cada día más a ser la Ciudad de la Cultura. El país entero.