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CABALLERO
León

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El PSOE, que maneja las metáforas como El Lute la navaja, se amortajó a sí mismo el viernes en la plaza de toros con la despedida de José Luis Rodríguez Zapatero, como si quisieran abrir la puerta grande. Un homenaje a la espera de que hoy, poco después de la hora en la que concelebra La Falange en la iglesia de Santa Marina, se consume el traspaso de poder que el socialismo gestual ha querido hacer coincidir con el 20 de noviembre. El adiós a los más de siete años y medio con el mazo de las cartas en la mano, la chequera abierta para tirar talones encima del futuro de la provincia —muchos de los cuales todavía esperan ser revisados por el banco— y la creencia de que ser leonés y tener carnet con el logotipo del puño y la rosa fueran el salvoconducto para validar el valor político.

El tiempo en el que un presidente de una junta vecinal picaba a la puerta del despacho del Ministerio de Fomento para pedir un acceso a la ronda, como si pidiera sal a la vecina, queda para el anecdotario. El paisanaje se confía ahora a las palabras con las que Mariano Rajoy paseó esta semana por León, donde vivió desde los 5 hasta los 15 años. «Cuidado, que vivió aquí cuando era pequeño», advierten los representantes del PP leonés, como si la época en la que el nuevo presidente del Gobierno cambiaba cromos en El Cid y tintineaba con las vinajeras en la sacristía de San Isidoro fuera un aval para no paralizar los proyectos, para desembarazarse de esa abulia de registrador de la propiedad que empezó su carrera profesional en Villafranca del Bierzo.

Esa vecindad tonta, esa confianza de haber compartido espacio sin coincidir en el tiempo, anima las ensoñaciones de los políticos del PP de León, que se ven cerca del poder y hacen como los beatos con la mano incorrupta de Santa Teresa. Una sensación de necesidad de empatar con el legado que deja Zapatero y los efluvios que desató en su círculo de confianza, de no ser menos gallo que los otros, que es uno de los rasgos identificativos de los leoneses, y así nos va.

Para todo eso hoy hay elecciones, que deberían ir ilustradas con la foto de Indro Montanelli, fino delante de las urnas, vestido como un gentelman, con una papeleta en la mano y la pinza del pulgar y el índice de la otra sobre la nariz. Si saben algo, recen... Quizá ese salmo que dice: el señor es mi pastor, nada me falta...

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