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León

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El llamamiento a la participación que hoy será repetido hasta la saciedad desde todos los ámbitos no debe quedarse en un mero tópico. El derecho al voto es también una obligación ciudadana que sirve para afianzar la legitimidad ciudadana de la democracia. Una participación masiva de la ciudadanía en unas elecciones generales otorga fuerza a un nuevo Gobierno y una cierta legitimidad a la hora de evitar las cábalas sobre si su triunfo viene precisamente derivado de que muchas personas no se acercaron a la mesa electoral.

Los más mayores otorgan especial relevancia al voto precisamente porque durante años se vieron privados de ese derecho y son precisamente las generaciones jóvenes, las que ya nacieron en la democracia, las que ahora se muestran más insatisfechas hacia el sistema.

Es cierto que la actual democracia española presenta serias carencias. El sistema electoral precisa una revisión porque fue ideado para un momento concreto de hace más de 30 años en la que se temía la proliferación de partidos y se potenciaba el fortalecimiento de unos pocos para evitar una situación de ingobernabilidad en el país en plena transición. Y hay otras muchas reclamaciones con mayor o menor éxito entre la ciudadanía que deberían tenerse en cuenta en un futuro no muy lejano. Pero hoy por hoy la importancia de que de esta convocatoria electoral salga un Gobierno bien respaldado es clave. Soplan vientos muy complicados para España y en los próximos cuatro años serán necesarias decisiones importantes y muy probablemente dolorosas pero imprescidibles.

Los españoles deben pronunciarse hoy con claridad y rotundidad en apoyo a la democracia. La implantación de gobiernos ajenos a las urnas como tabla de salvación para la crisis no parece una fórmula que encaje en la opción de sistema democrático que los españoles nos hemos dado. Son necesarios los mejores pero elegidos por quien decidan hoy los españoles que será su próximo presidente.

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