Diario de León

TRIBUNA

Los maestros, ayer y mañana

Publicado por
Isabel Cantón Mayo. catedrática de didáctica de la facultad de educación
León

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Los maestros han celebrado estos días a su patrono San José de Calasanz, y en estas líneas queremos dedicar a la profesión unas líneas de homenaje y de recuerdo. Desde los tiempos más remotos ha existido la escuela: La Academia de Platón, las escuelas monacales y catedralicias, las escuelas gremiales, de cuya memoria nos quedan en León numerosas calles (Bordadores, Azabachería, Zapaterías), las escuelas municipales y parroquiales, hasta llegar a la Educación Popular, y la configuración del sistema educativo a mediados del siglo XIX con la Ley Moyano. Pero la primera organización social de los maestros en España tiene lugar con la Hermandad de San Casiano en 1642 para proteger sus intereses profesionales, para proponer maestros para cubrir escuelas, para ayudarse, para regular ayudas de jubilación y enfermedad, así como para examinar y titular a los futuros maestros. Además de los maestros enseñaban los preceptores, ayos, profesores privados, etc. Su perfil profesional se ha venido configurando desde la más remota antigüedad. En las tablillas del Museo Hitita de Ankara se conserva en escritura geroglífica uno de los textos más antiguos del mundo. Según los expertos en esa escritura, lo que dice es: «¿Qué has hecho hoy? He ido a la escuela y el maestro me ha tomado la lección». Todo un texto didáctico en los inicios de la Historia.

La profesión de Maestro arrastra tras de sí un derroche diacrónico penurias históricas. En la provincia de León, a finales del siglo XIX, a los maestros de pueblo los contrataban en invierno los vecinos por un mísero jornal y les daban la comida en las casas del pueblo por turnos. Tal forma de comer cada día en una casa hizo que a los maestros se les llamase «catapotes». La manida frase de «pasas más hambre que un maestro de escuela» se debió acuñar por esa época. Las cosas cambiaron notablemente en el último tercio del siglo XX. Se inicia la dignificación del Magisterio cuando las Escuelas Normales pasan a integrarse en la Universidad, dando a los maestros una formación universitaria, y paralelamente, homologando su sueldo con otros funcionarios del Estado de idéntica formación y trabajo. Como consecuencia de la Ley General de Educación de 1970, en 1972 (decreto 1381/1972 de 25 de mayo) las Escuelas Normales se integran en la Universidad como Escuelas Universitarias de Formación del Profesorado de Educación General Básica. En 1974 una huelga general consiguió duplicar el sueldo de los maestros y posteriormente la dignificación del maestro ha sido constante. Finalmente, ya en los años finales del siglo XX las Antiguas Escuelas Universitarias se transforman en Facultades de Educación al impartir no sólo la Diplomatura de Maestro, sino las Licenciaturas de Pedagogía, Psicopedagogía y otras. A partir del 2010, la implantación progresiva de los Grados de Educación Infantil y Educación Primaria homologan definitivamente los estudios de Maestro a los títulos de Grado cualquier otra Facultad. Curiosamente, alumnos licenciados por las Facultades tradicionales (Geografía, Historia, Inglés, etc.) al terminar sus estudios miran hacia las Facultades de Educación y terminan haciéndose Maestros para poder transitar por todo el Sistema Educativo. En todo caso, con los modernos Titulados de Grado por el sistema Europeo de Bolonia, los Maestros tienen la misma formación universitaria que el resto de Grados y pueden acceder al Doctorado. La profesión y la vida de los maestros han cambiado definitivamente para mejor.

Hoy el Maestro se mueve entre la profesión y la vocación: entre lo excelso y lo sublime. María Zambrano tiene un libro que titula: La vocación de maestro, la aurora de la razón poética . En él muestra que la vocación es llamada, es pátina de autenticidad y verdad. La vocación se mueve por parámetros de elección: quien estudia para Maestro tiene claros su decisión y su destino. Unamuno, en una necrológica dedicada a Giner de los Ríos, diferencia el ser maestro de ser simplemente profesor: «Era tan hombre y tan maestro, y tan poco profesor —el que profesa algo—, que su pensamiento estaba en continua y constante marcha, mejor aún, conocimiento»… Nosotros, en un libro sobre la Fundación Sierra-Pambley, recogemos otra cita de Giner en el mismo sentido: «Dadme al maestro y os abandono el edificio, las instalaciones, la organización, los programas… todo lo demás». La importancia de los maestros para los regeneracionistas españoles ha sido una de sus características más señaladas. Simón Bolívar indicaba que «el oficio más noble que puede ocupar al hombre es ilustrar a sus semejantes». Entre la profesión y la vocación destaca la opinión de Emilio Lledó: Enseñar es una forma de ganarse la vida pero, sobre todo, es una forma de ganar la vida de los otros, afirma. La función del maestro es, sin embargo, paradógica: trabaja con sus alumnos para hacerse inútil, para que el alumno ya no lo necesite y sea un humano superior y autónomo. El maestro es la representación visible de la inmortalidad de la cultura, y por lo tanto, de la humanidad.

La dimensión profesional es también compleja al convertir al maestro en un mediador. Los saberes que hacen del maestro un profesional de la enseñanza se condensan en aprender a enseñar. Decía Cicerón que «una cosa es saber y otra saber enseñar». En el mismo sentido se expresa un libro cuyo título es: «Para enseñar no basta con saber la asignatura», que reivindica que no existe una conexión directa entre los conocimientos disciplinares y las teorías implícitas de un maestro sobre los diferentes fenómenos que ocurren en el aula y en el centro. Esteve afirma en La aventura de ser maestro : «El viejo supuesto según el cual «para enseñar una asignatura lo único realmente importante es dominar su contenido» encuentra en este campo su negación más radical. El profesor descubre que debe atender otras tareas distintas a las de enseñar: tiene que definir funciones, delimitar responsabilidades, discutir y negociar los sistemas de trabajo y de evaluación hasta conseguir que el grupo trabaje como tal». Además, como decía Joseph Joubert, «Enseñar es aprender dos veces» O la alternativa que propone Derek Bok: «Si cree usted que la educación es cara, pruebe con la ignorancia». Y es que a la escuela, como dice Sabater en El valor de Educar, se va a aprender, porque para divertirse, los alumnos se bastan y se sobran solos. Y es que las personas mejoramos y aprendemos con los maestros, además de las competencias y saberes básicos, lo bueno de la vida, el ser más personas, el amor a los demás, los valores y la trascendencia. El trabajo de los maestros determina el desarrollo de la sociedad y su apertura al mundo.

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