AL TRASLUZ
Arte de pagar
Señor alcalde, con los debidos respetos, me voy a permitir recomendarle un libro para que se lo pida a los reyes magos: El arte de pagar sus deudas sin gastar un céntimo , de Balzac. Es una obra de juventud, que la editorial «Renacimiento» ha recuperado en su colección «Espuela de Plata». En su día, la tuvo que firmar con seudónimo. Lógico, a los franceses además de inventar a Brigitte Bardot también se les ocurrió lo de la guillotina. Como verá, don Emilio, el título ya promete. Todos sabemos que esos 437 millones de euros que debe el Ayuntamiento no los ha generado su equipo de gobierno, pero cualquiera que haya pasado por la experiencia de haber ido a reclamar factura, subvención o rosario de la madre sabe que el vicio municipal del lento pago se remonta a la noche de los tiempos. ¿Se imagina el lector que sus majestades debieran aún las facturas de aquellos juguetes que nos trajeron en nuestra infancia? Imposible, ellos sólo se gastan lo que tienen. Servidor todavía está esperando el Scalextric. Aunque el disfraz de Zorro tampoco estuvo mal.
Balzac fue el Vázquez de su época, vivió siempre en la buhardilla de la Rue del Percebe. Gastaba mucho más de lo que ingresaba. Y eso que gracias a sus negros pudo publicar a destajo. Quizá, lo más que lograron cobrar de él fue un ejemplar dedicado de El arte de pagar sus deudas sin gastar un céntimo , con el vaticinio de que en el futuro valdría mucho dinero. Un artista del cálculo.
Esos 437 millones de euros de deuda son mucha deuda. Se me escapan. Me pasó lo mismo cuando Julio Iglesia desveló, hace ya más de dos décadas, que había copulado con más de tres mil mujeres diferentes. ¿Ah, pero hay tantas? Ni siquiera sabía que hubiese tantas camas. El señor alcalde es filólogo y sabe que los clásicos siempre vuelven. Todo lo que nos aflige ocurrió ya antes, aunque ningún hoy es repetición mecánica del ayer, pues somos libres para encontrar nuevas soluciones a los viejos problemas. Y cuando don Emilio termine el libro, hará bien en pasárselo a su concejal de Hacienda. O mejor, que también él se lo pida a los magos, pues lo suyo será más difícil: tendrá que memorizarlo. Tiempos difíciles, que diría Dickens. Otro clásico que regresa en nuestra ayuda.