LA 5.ª ESQUINA
Preguntas a la hora del té
Un 16 de diciembre de 1773, los bostonianos lanzaron al mar un gran cargamento de té, en lo que se denominó el «Boston Tea Party» (el motín del té), en protesta contra los abusos coloniales de la Gran Bretaña. En la comunidad europea, casi doscientos cincuenta años después de aquel hecho, arrojamos al mar del olvido ese británico té de las cincote la tarde, como protesta tras el rechazo al euro de los ingleses. Y nada mejor que hacerlo al anochecer, con un gin-tea-tonic o un mojito sorprende-tea de la Tetera Azul, que no es local de copas, sino elogiosa empresa berciana que transforma bolsitas de té en poemas de modernidad, en pequeños tesoros que despiertan los sentidos a los nuevos paladares del siglo XXI; con cócteles y combinados de esas hojas verdes que son tan viejas como las pinturas de Librán. Sólo falta que descubran que la Gyrocaryum oppositifolium (aquella fea planta que solo existe en Ponferrada), fuera capaz de iluminar algún bebedizo con sus hojas alanceoladas puramente bercianas…
En torno a una taza de té, el escritor Nicanor Parra —ganador este año del premio Cervantes—, se preguntaba en un breve poema sobre lo fugaz del paso por la vida, mientras oía a lo lejos «una campana que abre una herida más o que la cierra». Con ese té clásico, entre oriental y británico, Parra nos relata los vicios del mundo moderno, entre los que denuncia los trucos de la alta banca, el afán desmedido de poder y de lucro, la carrera del oro, la especulación y el aborto, el desarrollo de la dietética y de la psicología pedagógica, la catástrofe de los ancianos, los amigos personales de su excelencia, la confianza exagerada en sueros y vacunas o la interpretación de los sueños y la difusión de la radiomanía, entre otras malas hierbas que tendríamos que arrojar al mar, como aquel té colonial del siglo XVIII.
Si este poeta, casi centenario, se hubiera sentado frente a un gin-tea-tonic elaborado con infusiones de la Tetera Azul, posiblemente la niebla y la tristeza de aquellos versos se habrían disipado. En los complejos tiempos que vivimos, una empresa como la Tetera Azul nos enseña que las mejores respuestas a la crisis que padecemos vienen de la tierra y mejor con aromas de té para ahuyentar esa «gran cloaca que es el mundo contemporáneo, donde solo nacen flores artificiales», como dice el laureado poeta chileno. El té aporta, entre muchas otras cosas, sodio, potasio, magnesio, fósforo y flúor, que nos dan «un gusto específico y un matiz especial» para contemplar, con mirada optimista, un mundo que se enfría por sus esquinas, sobre todo por la quinta… Había que hacer algo.