EL RUBICÓN
La hora del adiós
En la mañana del 22 del abril del 2004 aterrizó en el aeropuerto de León el Falcon 900 de la Fuerza Aérea Española. De él descendió un sonriente José Luis Rodríguez Zapatero, que regresaba a León ya investido como presidente del Gobierno. Habían pasado un mes y ocho días desde su victoria en las elecciones generales del 14-M.
La próxima semana, siete años, nueve meses y cuatro días después, Zapatero abandonará La Moncloa para irse a vivir, ya como ex presidente, a un chalé en una zona residencial de Madrid. Él quería volver a su León, del que salió en el 2000 tras ser elegido secretario general del PSOE, pero se queda en el foro por imperativo filial.
Lejos quedan ya los abrazos, aplausos, besos y piropos que le lanzaron unos y otros, los de un lado y los de otro, los de aquí y los de allá, ese 22 de abril de hace más de siete años. Ahora, todo son críticas y salvo las muertes de JFK y Manolete, y algunos aún lo dudan, el presidente del Gobierno de León es el culpable de todos los males de aquí, de allá y hasta del más allá. Y es que la política tiene estas cosas.
Zapatero, es verdad, pasará a la historia como el presidente del Gobierno que no supo ver la virulencia de la crisis económica. Hasta el punto de que, como san Pedro a Jesucristo, la negó y la negó y la volvió a negar. Después, creyó que se podía salvar gastando dinero público y se inventó los planes E, que muchos ayuntamientos, por no decir todos, utilizaron para tirar ese dinero en inversiones sin sentido. Si no se lo creen, dense un paseo por la provincia. Y, al final, esta vez por imperativo europeo, tuvo que recortar. Claro que otros ya son historia por meter a España en la guerra de Irak y por las mentiras del 11-M. ¿Y Rajoy? Aún tiene que escribir la suya.
Pero, Zapatero también pasará a la historia como el primer, y ya se verá si el único, leonés que ha llegado a la Presidencia del Gobierno. Otros, de aquí, con mucho menos se creen mucho más. Y en esa historia quedan el Inteco, la Ciudad de la Energía, el aeropuerto de León, que ahora no consiguen o no quieren hacer despegar los de la gaviota, el apoyo al Palacio de Congresos, el cruce de Michaisa, la llegada del AVE, pese a las trabas del ‘campeón’ gallego José Blanco, y el fin del paso a nivel del Crucero. Y, sobre todo, haber colocado a León en el mapa mundial. Ese también es el legado de Zapatero y justo es reconocérselo en la hora del adiós.