Diario de León
Publicado por
javier tomé
León

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Vengo de confesar con el padre Tornices, que buena falta me hacía, para rearmarme moralmente y encarar como es debido el tostón navideño que impera por doquier. La cosa, para qué vamos a engañarnos, sigue de un color tirando a tinta de calamar, pues no cesan de aparecer, acá y acullá, noticias acerca de politicastros y otros adláteres ávidos de prebendas y componendas que han saqueado la querida hucha del cerdito hasta las entretelas. El paisaje de la problemática nacional en general y leonesa en particular nos indica que la clase media se está fundiendo a marchas forzadas, mientras los padres de la patria se pierden en controversias de chichinabo. Algún forofo más bien iluso creía que era vencer Mariano con su lema electoral de llegué, vi y tararí, y la solución se impondría como por arte de birlibirloque, pero el asunto está peor que si te hacen visionar el ciclo completo de películas de Pajares y Esteso. Y aunque ya estamos curados de espantos, se aguarda con expectación el entrañable discurso navideño del rey Juan Carlos, en el que podría surgir de refilón el apasionante tema de «Urdangarín se metió en el jardín».

Así las cosas, el llamado espíritu del polvorón que revive por estas fechas se presenta más bien mohíno. Nuestro ayuntamiento ha programado unas fiestas a la antigua usanza, con los vecinos alumbrando calles y plazas a base de antorchas, candelabros y palmatorias. Más auténtico, imposible, aunque a los modernos les da palo que brille por su ausencia, y nunca mejor dicho, la barbacoa ornamental que se considera ritual básico de la bucólica Navidad. Y si pasamos al tema de los regalos, pues tres cuartos de lo mismo. Se impone una filosofía de austeridad a ultranza y, para demostrarles el aprecio que les tengo, renuncio en esta ocasión al jamón, los turrones y las botellas de whisky que suelen mandarme a modo de aguinaldo algunos de mis queridos lectores. Otro año será.

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