Diario de León

TRIBUNA

El sentimiento religioso y la Navidad

Publicado por
JULIO FERRERAS. EX CATEDRÁTICO DE IES
León

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Celebrar la Navidad según las enseñanzas y las costumbres de una determinada confesión religiosa como, por ejemplo, ser católico, protestante o judío por el simple hecho de haber nacido en uno de esos ambientes, no parece que sea esto la base del verdadero sentimiento religioso. Más bien, se trata —con frecuencia— de un hecho casual, algo parecido a otras costumbres, como puede ser celebrar una u otra fiesta regional o local; es un simple legado de herencia. De ahí la superficialidad y la falta de un hondo contenido, con que suelen llevarse a cabo la mayoría de estas celebraciones religiosas.

El verdadero sentimiento religioso tiene poco que ver con esos actos meramente externos. Es algo mucho más serio y profundo, que nace de la conciencia de unidad con la naturaleza, con todo lo que nos rodea (de ahí el término religare = unir, de donde procede la palabra religión). Este sentimiento, noble y elevado, tolerante y comprensivo, admite en su seno todas las ideologías religiosas, y se está desarrollando, en la actualidad, tanto o más en ambientes profanos que religiosos. Por eso, lo encontramos en muchos pensadores y científicos. A Einstein, como al psicólogo y filósofo americano, W. James (ambos de espíritu religioso, en este sentido cósmico), les interesaba más la religión como una función personal individual, que la religión institucionalizada. Dice Einstein sobre el sentimiento religioso: «Una persona iluminada por el sentimiento religioso es para mí alguien que, en la medida de sus posibilidades, se ha liberado de los grilletes de sus propios deseos egoístas, y alimenta pensamientos, sentimientos y deseos de carácter suprapersonal».

La experiencia religiosa que interesa a James es «la que anida sola y privadamente en el interior», y llega a decir —como otros grandes pensadores— que la ciencia está ocupando el lugar de la religión. Por eso, encontramos cada vez más este sentimiento religioso (caracterizado por la conciencia de unidad y la tolerancia) en diversas manifestaciones sociales de este comienzo de siglo y de milenio, y parece —en cambio— cada vez más ausente en las jerarquías y las confesiones religiosas, separadas y enfrentadas unas a otras. Todas esas bajezas que se atribuyen, con frecuencia, a la religión, a lo largo de la historia, no son propias de la religión en sí misma (es decir, del puro sentimiento religioso), sino de las diferentes confesiones religiosas institucionalizadas, en las que predomina el ansia de poder y los privilegios.

Este profundo sentimiento religioso está presente siempre que se llevan a cabo actos sinceros de verdadera solidaridad, en cualquier época del año, y probablemente más, en Navidad, unas fechas que, a pesar del consumo y el materialismo, nos recuerdan de alguna manera la necesidad de la solidaridad y la fraternidad humanas. Hoy, esta necesidad se hace cada vez más apremiante, debido a las enormes injusticias sociales. ¡Unos tienen tanto y otros tan poco! La Navidad siempre ha sido un momento propicio y especial para examinarnos —como seres humanos— sobre nuestro nivel de solidaridad, para comprobar el verdadero sentimiento religioso, el que ha de unir a todos los seres humanos pertenecientes a la misma especie, y para descubrir que el mayor enemigo de la humanidad es el egoísmo, porque nos separa de los demás y destruye la verdadera convivencia pacífica. Nuestra sociedad se caracteriza, tristemente, porque predomina más, en ella, el individualismo y el afán de poseer cosas personales, que el altruismo y el deseo de un mayor bien para todos.

Este tiempo, pues, de la Navidad y del comienzo de un nuevo año, es el más idóneo para la reflexión acerca de nuestras obligaciones sociales como ciudadanos, y de la responsabilidad que nos incumbe, a cada uno, especialmente en unos momentos tan dramáticos y decisivos como los actuales. No olvidemos que el nivel ético y moral de una sociedad ha de ser uno de sus objetivos primordiales, y ello exige, en todo momento, que nuestros comportamientos estén acordes con nuestras obligaciones y responsabilidades; no todo es competencia exclusiva de los gobernantes. Y esto pertenece más bien al mundo interno de cada ser humano, pero ¡no lo olvidemos!, el más importante, pues nadie puede escapar de la conciencia de sí mismo. ¿No es este sentimiento de responsabilidad el que hace avanzar, individual y socialmente, a los pueblos? ¿No es éste el verdadero sentimiento cósmico religioso?

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