Urdangarín y PSOE ‘cubren’ a Rajoy

Como aquí lo de la cortesía de cien días al nuevo Gobierno no se respeta y suele reducirse a cien horas, hay que reconocer que a Mariano Rajoy le está viniendo muy bien el lío de Urdangarín con la Justicia y los medios y, además, la fractura en la familia socialista a propósito del futuro líder del PSOE. Urdangarín a diario se lleva un titular, o varios, que ni olería de no ser el yerno del Rey. Claro que hay bastante de juicio paralelo en los medios y todo tiene su injusticia, pero sin ser quien es tampoco se hubiera llevado la facturación que alcanzó. Y otra página a diario dedicada al PSOE, que si Rubalcaba, que si Chacón, con lo que ya queda menos para ocuparse de las medidas, o de los silencios, del nuevo Gobierno.

Andan ahora preocupados algunos políticos y periodistas por si Rajoy comparece o no comparece, cuando el nuevo presidente lo único que viene haciendo en estas tres primeras semanas, turrón y uvas incluidas, es seguir disciplinadamente las enseñanzas del Abate Dinouart, a saber, «el primer grado de la sabiduría es el silencio. El segundo, hablar poco y moderar el discurso». Siempre tuvimos a Rajoy por más sabio de lo que parecía y, además, reconozcamos que ofreció una lección de seriedad al conseguir que de su gabinete no se supiera ni un nombre seguro hasta que él mismo leyó la lista, excepción hecha de Soraya, claro, que es su profeta en la tierra batida de la política. Si es cierto que lo que quiere es llegar hasta marzo para dar las noticias peores después de las elecciones andaluzas, va por buen camino. Otra cosa es que Europa, los mercados mundiales o los sindicatos de casa le rompan su ritmo pausado, especialidad táctica del flamante presidente.

Como los recortes varios ya se esperaban, de momento lo que más se le reclama es alguna de las medidas prometidas para las pymes y los emprendedores. Bastaría poner en práctica eso de que no se liquide el IVA hasta cobrar realmente las facturas, para aminorar el ahogo de miles de empresas y salvar algunos puestos de trabajo que siguen cayendo a razón de mil por día. Pavoroso.

Quizás lo más novedoso en el horizonte sea ese objetivo de aliviar las arcas del Estado aflorando economía sumergida. El Sindicato de Técnicos del Ministerio de Hacienda ha publicado un documento-denuncia que resulta esperanzador. Si en el 2010 la economía sumergida en España representó el 23 por ciento del PIB, lo que supone una pérdida de ingresos estimada en 88.000 millones de euros, con solo reducir diez puntos el fraude - que es lo que tiene Francia, Holanda o Suiza- se ingresarían 38.000 millones más al año. O sea, más del doble de lo que pretende Rajoy con su objetivo de 16.500 y sin necesidad de recortes ni amputaciones. Claro que para ello hacen falta más inspectores fiscales y que las bajas naturales por jubilación se repongan, como sucederá con policías y médicos. Unas palabras de compromiso, de quien sea, sobre eso, resultarían de alivio.

La situación es grave pero aún hay crédito de confianza para salir, menos en Valencia. Pobre Fabra. A Francisco Camps le bendijo Dios con el juicio de los trajes y lo castigó con su empeño en mantener la mentira de que los pagaba. De lo contrario, en vez de sastres y facturas estaríamos hablando del descomunal malgobierno que presidió que incluye despilfarros gravísimos y construir un aeropuerto, el de Castelló, en el que jamás aterrizó un avión. De otro corte, pero también límite, son las angustias financieras de Cataluña, Baleares y Murcia. Allí las chequeras públicas se descontrolaron y el monocultivo de la construcción hizo el resto. No solo de turismo vive el hombre mediterráneo, en este momento el más amenazado de la península.