AL TRASLUZ
Adiós a todo eso
Ni siquiera el sultán de Turulustán se ha librado de los recortes, ha tenido que darle el finiquito a trescientas de sus quinientas concubinas. Pobre, dan ganas de mandarle una docena de recambio, lástima que al casarme destruyese mi agenda de soltero. Dicen que argumenta compungido: «Como tengo mal dormir, contemplarlas cada noche bailar la danza del vientre me ayudaba a conciliar el sueño». Nos hacemos cargo, ha de ser duro. Y ahora sufre añorando cuando quinientos ombligos vibraban para él, como una sinfonía de shakiras, sólo con que lo ordenase con un chasquido de sus dedos, ensortijados de oro y pedruscos. «Con doscientos ya no es lo mismo», se queja. Si entender su pesar, lo que se dice entenderlo, lo entendemos, pues ha cambiado una sinfonía wagneriana por una versión caliente del Paquito el chocolatero. Pero con la crisis ya nada se baila igual: ni la danza del vientre, ni el sirtaki, ni la raspa, ni siquiera la jota… Aunque al sultán, al menos, siempre le quedará París, o sea, el Folies Bergere.
Y es que, digámoslo de una vez, no todos los recortes son iguales, ni todas las cornás duelen igual aunque se den en el mismo sitio. «Se han cargado el estado del bienestar», se le escucha al sultán protestar en casinos y en fiestorros. Las mil y una noches ya no deben de ser lo que eran. Pero en lo que usted y yo tardamos en leernos una novela de Lafuente Estefanía, él ya se habrá adaptado a su nueva situación, y pronto le veremos diciéndole a sus odaliscas: «hala, hala, que lo breve si breve, dos veces bueno». Personalmente, si el alcalde de León me preguntase al respecto le diría lo que urge recortar son las minifaldas. Tampoco de haber sido el mandamás de Turulustán hubiese reducido el déficit en mi harén echando odaliscas, le habría pedido al genio de la lámpara que las hiciese un hueco. Muy mal se tenía que dar para que entre todas no congeniase con alguna.
Fukuyama no estuvo muy atinadín al anunciar que la Historia había concluido en 1992. Se lo perdonamos, pues su intención era buena. Aún quedaba, y queda, mucho oleaje. Adiós a todo eso , tituló Graves sus memorias de juventud guerrera. Pues eso, hoy con la crisis… adiós a casi todo, salvo al amor, al humor y a la dignidad.