EN BLANCO
Pucherando
En primer lugar, confieso que no soy adepto a ese deporte tan sádico e hispano que consiste, básicamente, en hacer leña del árbol caído. Un síndrome de tintes caínitas que se ha cebado con toda su crudeza en José Luis Rodríguez Zapatero, una vez consumado su funeral político y la consiguiente despedida de la vida pública. Como aquel que dice, cada oficio tiene sus gajes. Y el profesional de la cosa pública, tal es su caso, se arriesga a recibir tartazos en la cara tan brutales como el desbarajuste económico y financiero que ha despeñado por la senda del voto a su partido. Corrió la hoja del calendario y parece que ya nadie se acuerda de Zapatero, a excepción de este periódico y su formidable entrevista en profundidad, incluido el gallinero del PSOE, enzarzado a nivel nacional en un duelo tipo OK Corral entre Rubalcaba y Chacón, empeñados ambos en pasar por alto su vinculación política con el ex presidente. Pero, lo crean o no, cada palo tiene que aguantar su vela y, como bien dice el cínico refrán, nadie es completamente inocente del todo.
En clave doméstica, también se mueve el tinglado del socialismo autóctono. Los críticos parecen tomar alas en su carrera por controlar las riendas del partido en León. Hacen falta aires nuevos en una formación sustentada, hasta hace cuatro días, en la buena estrella que siempre caracterizó a Zapatero. Pero los números son tozudos y ahora toca refugiarse en los cuarteles de invierno hasta que escampe. No obstante, convendría valorar en sus justos términos los indudables logros de Zapatero referidos a León. Así que no deben pucherar por la incontrovertible derrota y sí reflexionar sobre el indiscutible progreso de la ciudad durante su tiempo, referidos por ejemplo al paso del Crucero. Un tema tan enquistado que he visto quejas publicadas en 1902, remitidas por los dueños de los coches de caballo que también sufrían entonces insufribles atascos.