LA SEMANA
El PSOE teme una larga oposición
En política cualquier pronóstico puede dar un vuelco en poco tiempo. Que se le digan a Francisco Camps que a finales de Enero de 2009 acordó comparecer en una tribuna pública en Madrid el 13 de Marzo convencido de que el PP perdería las elecciones en Galicia y sufriría un varapalo en Euskadi el día 1 de marzo. Con Rajoy contra las cuerdas, aspiraba a presentarse en Madrid como la salvación. Pero el 13 de marzo, Rajoy estaba fortalecido y a él le preguntó Angel Expósito en público: «¿Quién paga sus trajes?». «Mis trajes me los pago yo», respondió. Y allí comenzó un calvario que ha durado hasta hoy. Es igual que el jurado popular lo declare inocente y él se empeñe en volver. Lo cierto es que ya no es presidente de la Generalitat, su aliado de Castellón, Carlos Fabra, al noveno intento va a ser procesado por cohecho y otros presuntos delitos, y en su lugar hay un joven presidente de la Generalitat, Alberto Fabra, que no es familia del viejo cacique castellonés, que está resultando un gran acierto de elección del equipo de Rajoy.
Esa buena vista para la formación de equipos —Alberto Fabra, el líder balear José Ramón Bauza, otra revelación, Soraya, Cospedal, Basagoiti, Núñez Feijóo y buena parte de este gobierno— es el que establece una diferencia importante entre populares y socialistas a día de hoy. «Lo peor de Zapatero era la selección de personal,» mantiene Juan Fernando López Aguilar. Acaso esa habilidad sea de lo mejor de Mariano Rajoy, junto con su sensatez y sentido común, a la vista del personal con el que se está rodeando.
El caso valenciano es especialmente llamativo. ?Como detectaron a Alberto Fabra? ¿Quien fue su descubridor?. ¿Cospedal, al fin y al cabo la secretaria general? Camps, que se negaba a marcharse, propuso a su vicepresidenta Paula Sánchez de León. Rita Barberá tenía otros nombres pero Madrid impuso el suyo. Fabra es el tipo más tranquilo y eficaz que se podía elegir para gobernar el polvorín valenciano. Irritando a Barberá y al presidente de la Diputación valenciana Alfonso Rus, la Generalitat se ha personado en el caso Emarsa, una empresa pública especializada en dilapidar fondos cuya investigación está resultando un escándalo. Gobernando al borde de una quiebra técnica de las finanzas de la Comunidad, Fabra es una apuesta de renovación que asusta a uno de los pocos alcaldes socialistas valencianos: «Aún será más difícil ganarle las elecciones a éste que a Camps». Y si se pregunta en Baleares, la impresión es la misma. Y el retrato robot también: joven político, buen comunicador, alcalde de éxito en su pueblo o ciudad y limpio de corruptelas, lo cual en el litoral mediterráneo ya tiene mérito.
«Los populares tienen muy buen equipo, entre otras cosas, porque entre sus simpatizantes destacan personas brillantes de los altos cuerpos de la Administración del Estado», admite Ramón Jáuregui, uno de los personajes más interesantes del PSOE y con el que Zapatero solo contó en el último año, cuando la nave estaba naufragando.
Pero, además, la división en el PSOE es importante. Siempre hay tensiones en vísperas congresuales pero el enfrentamiento de ayer en Sevilla, por la lista de delegados para votar a Rubalcaba o Chacón, revela una fractura seria: «Estamos como la afición del Sevilla y el Betis, pero peor», retrataba con ingenio un dirigente sevillano anoche, a poco de comenzar el derbi futbolístico local. En un par de semanas sabremos si Rubalcaba o Chacón liderarán el PSOE pero partidarios de Carmen Chacón ya advierten que, si gana Rubalcaba aunque sea por poco, como temen, ella será candidata en las primarias para elegir el cartel que se se enfrentará a Mariano Rajoy. En la única cosa que unos y otros coinciden es que todo apunta a que costará tiempo recuperar el Gobierno. La travesía del desierto se anuncia muy larga.
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